Las elecciones no resuelven la crisis

En la política argentina lo único definitivo es la crisis: crisis del orden político interno, crisis del orden económico internacional. Cada peripecia diaria suele ilustrar una faceta de la descomposición sistémica. Y pintar detenidamente la descomposición –moral, social, económica y política– remite a un friso dantesco en una dirección y, en la otra, a una seguidilla de escenas puntuales que, como las cajas chinas del cuento, no omiten ninguna figura, al tiempo que la siguiente miniatura reproduce de algún modo la anterior. La marcha de las encuestas en el Gran Buenos Aires remite, como retrato en movimiento, a una pintura de la vanguardia clásica: el grito de Munch, un alarido que no produce eco en el oído interno de una sociedad política completamente sorda, y sin embargo nadie –como individuo– ignora que todos están al tanto de la continua, violenta y exasperante insatisfacción colectiva.

La falta de vientito histórico capaz de rehacer el orden político permite que el carcomido edificio parlamentario conserve –en el patético ínterin– la vertical. Opositores de toda laya nos informan que las instituciones siguen funcionando, y la notable limitación de su enfoque abstractamente jurídico nos llena de perplejidad. Desde esa perspectiva sólo la quiebra del orden institucional revela la crisis. De lo contrario, o la crisis ya pasó o se resuelve en las próximas elecciones. Tengo dos novedades desagradables: la primera, la crisis no pasó; la segunda, no se resuelve en las próximas elecciones.

El vacío puesto a la luz del sol por las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 no sufrió, ocho años después, modificaciones estructurales. Ni el modelo productivo sobre el que se sostuvo (reprimarización de la economía nacional organizada en torno del monocultivo sojero) se modificó, ni el sistema político dejó de funcionar alrededor de la interna del Partido Justicialista.

Conviene explicarlo. La Unión Cívica Radical –cuya reunificación parece un dato manifiesto– no logra despegar electoralmente, dado que la sumatoria de sus fragmentos no aportó ninguna sinergia diferencial. La conducción de la doctora Carrió muestra que el corralito social que la contiene no pudo ser quebrado. Si bien la unidad radical fraguó en derredor del programa campero –rechazo de las retenciones móviles–, su base de sustentación electoral no varió. Los líderes de la Mesa de Enlace no se referencian en la UCR, y su electorado tampoco.

Por tanto, es la interna del cuarto peronismo la que reorientará la crisis, y determinará en definitiva la dirección del Gobierno nacional. El eje Solá, de Narváez, Macri debe vencer la conducción K; de no lograrlo, corre el serio riesgo de desintegrarse. Para que se entienda, a nadie se la escapa que harán una elección significativa, pero se trata de saber si saldrán o no segundos. En caso de que no colaran como segunda fuerza, al menos en la provincia de Buenos Aires, su capacidad disruptiva quedará neutralizada hasta la próxima elección presidencial.

En ese punto la batalla de las encuestas y su publicación previa en los diarios es el eje de la política mediática. En las encuestas el eje anti-k funciona. Esa verdad tiene fecha de vencimiento. Y una vez despejada la incógnita, la política perderá su ensoñación a futuro para retomar los oscuros pliegues de la crisis del presente.

Vale la pena una excursión al pasado para entender.

París creyó durante las primeras horas de esa madrugada del año 15, que Waterloo era una victoria del emperador; engalanó, por tanto, sus calles con luces y banderas hasta que el malentendido fue deshecho por el huracanado viento de la historia; su majestad no pudo sacar ningún partido de la notable confianza que la sociedad francesa había depositado en su persona.

La oposición ha ido discursivamente muy lejos, necesita ganar la batalla electoral que se avecina, si sólo reduce la ventaja entre el primero y el segundo, al tiempo que el segundo es otra variante PJ, la política nacional latirá al ritmo de la interna de la provincia de Buenos Aires. Si así fuera, la crisis de la política nacional será resuelta –de la peor manera– por la crisis del proceso capitalista global. Si algo quedó claro en la última Cumbre de las Américas es que el Cono Sur se inclina –como hace ya bastante tiempo proclamara Henry Kissinger– hacia donde Brasil se incline. Y una vez que el gobierno de Lula resuelva el rumbo, aquí se discutirá, en el mejor de los casos, la organización de la fiesta.

Eso sí, los contenidos de la nueva política –le guste o le disguste a la derecha campera– no serán asunto de su incumbencia. El motivo es simple: un bloque social que no puede orientar democráticamente a la mayoría de la sociedad argentina no tiene la menor posibilidad de orientar un abanico de intereses que deben considerar la perspectiva de Washington, La Habana, Caracas y Brasilia.

por Alejandro Horowicz, Sociólogo

Nos vemos

Comentarios

Fernando Mora ha dicho que…
Estas elecciones no resuelve la crisis es cierto, pero también es cierto que se reafirma el rumbo del modelo nacional y popular. Tiene Ud alguna duda de eso?

Gracias.
Elvira ha dicho que…
No entiendo porque creen que las elecciones o el rumbo del país se arregla en la Provincia de Buenos Aires.

Que importa si Kierchner es primero o segundo, como si alli se debatiera el país. En todo caso, si las elecciones son plebiscitarias, sepan que en Santa Fe la opoisición a Kiechner se lleva caso el 65% y en ese porcentaje van prendidos o incluye a Reutemann y Binner. Giustiniani? No existe.

Scioli tiene mejor imagen que Kirchner.