La máquina de Dios

Desde hace un tiempo vengo pensando en el experimento que se denomina comúnmente la Máquina de Dios. El Superacelerador de Hadrones es, probablemente, el experimento científico más grande (y más caro) que se halla emprendido jamás (no sé realmente si el Proyecto Apolo lo alcanza) y uno de los más ambiciosos, escudriñar la materia hasta el fondo, pescar y atrapar la partícula que falta para exhibir de una vez por todas de qué está hecha la materia: entre otras cosas, el escurridizo bossón de Higgs tendría la extrañísima propiedad de conferir masa al resto de la partículas, y por ende al universo. Qué lejos quedan los experimentos sobre los que se asentó la ciencia moderna: el árbol de Van Helmont, el pobre telescopio de Galileo, el primitivo barómetro de Torricelli, las bobinas de Faraday, e incluso los experimentos caseros sobre la radiactividad de Becquerel y los Curie. La ciencia actual (la Big Science) es siempre grandiosa: siempre arañando límites con uñas que cuestan miles de mil...