Inflación y salarios
Como sucede recurrentemente, en las últimas semanas el tema de la inflación ha retornado con fuerza a la agenda pública. Lo que disparó la “preocupación” esta vez fueron los acuerdos salariales alcanzados en distintas ramas de la economía, que en algunos casos superaron el 40 por ciento. Estos acuerdos agitaron el fantasma de una inflación descontrolada, y distintos actores económicos y medios de comunicación alertaron sobre “los riesgos de la escalada de reclamos salariales”.
En algunos medios de comunicación, se ha instalado con algún grado de éxito la idea de que la responsabilidad de la inflación es de los asalariados. Se lleva a esta conclusión por dos vías: 1) por el lado de la oferta, ya que los trabajadores reclaman aumentos salariales y con ello aumentan los costos de producción; 2) por el lado de la demanda, porque al producirse estos aumentos de salarios generan presión sobre la demanda y esto deviene en aumentos generalizados de precios.
La recomendación de política que surge de este razonamiento, entonces, es obvia: no aumentar salarios ni transferir recursos a los trabajadores, porque eso los perjudicaría, ya que la inflación golpea más a los que tienen ingresos fijos. Por lo tanto, aunque en principio ganarían más, el aumento de precios terminará haciendo que tengan menos.
Muchos economistas formados en la ortodoxia sostienen estas afirmaciones desde la honestidad intelectual. Sin embargo, cuando son esgrimidos fuera del ámbito académico, estos argumentos sirven a determinados actores políticos y económicos para legitimar socialmente la idea de que es necesario aplicar estrategias ortodoxas para el control de la inflación. Eso significa una sola cosa: ajuste.
Contrariamente a ello, la evidencia del primer trimestre del año brinda un ejemplo contundente de ello: independientemente de la forma en que se mida la inflación, el nivel general de precios en dicho período sufrió un aumento importante motorizado por las subas en alimentos. La discusión salarial, que ni siquiera había empezado, no tuvo allí ninguna incidencia.
¿Cuáles son -entonceslos principios que orientan la discusión salarial? Si los trabajadores, a través de sus organizaciones sindicales, buscan imponer un piso en la negociación en función de la inflación esperada (que tiene sus bases, entre otras, en la inflación pasada) es en primer lugar para no perder la capacidad de compra del salario. Esta es, por lo tanto, una actitud defensiva frente a un factor que está fuera de su control: el nivel general de precios.
Suponiendo que no se modifiquen las unidades producidas -no aumente la oferta de bienes- el aumento en los precios de venta será el incremento en las ganancias que van a tener, como mínimo, los empleadores respecto del año anterior. Por lo que, cuando los trabajadores demandan la tasa de inflación esperada como piso para la discusión salarial, están reclamando, además, que se distribuyan las ganancias que el aumento de los precios generará en la empresa.
Pero éste no es el único determinante del reclamo salarial. Si fuera así, se daría el absurdo de pensar que el Sindicato de Curtidores estima que para el 2010 la inflación será del 49%, el de la Alimentación cree que será el 35%, en tanto que para los estatales sería el 21 por ciento.
Los reclamos salariales se basan sobre todo en las perspectivas de cada sector. Si el sector crece, entonces los trabajadores buscarán incrementos salariales tales que les permitan ser partícipes de esas ganancias, que en definitiva contribuyen a generar.
Ergo, los acuerdos colectivos entre empleadores y empleados reafirman que los aumentos salariales se dan por la capacidad de presionar de los empleados y la aceptación de los empresarios que las perspectivas de sus negocios serán lo suficientemente buenas como para honrar esos acuerdos y no quebrar en el intento.
La inflación, por su parte, tiene causas múltiples y complejas. Si lo que se busca es controlar la inflación, es hora de empezar a discutir algunas cuestiones que tienden a quedar en segundo plano: las ganancias, la cuestión agraria, el alto grado de concentración de la economía y la estructura productiva. Es necesario, en definitiva, discutir un programa de desarrollo. Morigerar los aumentos salariales, como se reclama desde algunos sectores, no haría más que producir una masiva transferencia de recursos desde los trabajadores a los sectores empresarios, y se victimizaría aún más a las principales víctimas de la inflación. Justo a aquellos a los que dicen querer defender los que recomiendan este tipo de acciones.
Nos vemos,
Contribución de Ariel Lieutier
En algunos medios de comunicación, se ha instalado con algún grado de éxito la idea de que la responsabilidad de la inflación es de los asalariados. Se lleva a esta conclusión por dos vías: 1) por el lado de la oferta, ya que los trabajadores reclaman aumentos salariales y con ello aumentan los costos de producción; 2) por el lado de la demanda, porque al producirse estos aumentos de salarios generan presión sobre la demanda y esto deviene en aumentos generalizados de precios.
La recomendación de política que surge de este razonamiento, entonces, es obvia: no aumentar salarios ni transferir recursos a los trabajadores, porque eso los perjudicaría, ya que la inflación golpea más a los que tienen ingresos fijos. Por lo tanto, aunque en principio ganarían más, el aumento de precios terminará haciendo que tengan menos.
Muchos economistas formados en la ortodoxia sostienen estas afirmaciones desde la honestidad intelectual. Sin embargo, cuando son esgrimidos fuera del ámbito académico, estos argumentos sirven a determinados actores políticos y económicos para legitimar socialmente la idea de que es necesario aplicar estrategias ortodoxas para el control de la inflación. Eso significa una sola cosa: ajuste.
Contrariamente a ello, la evidencia del primer trimestre del año brinda un ejemplo contundente de ello: independientemente de la forma en que se mida la inflación, el nivel general de precios en dicho período sufrió un aumento importante motorizado por las subas en alimentos. La discusión salarial, que ni siquiera había empezado, no tuvo allí ninguna incidencia.
¿Cuáles son -entonceslos principios que orientan la discusión salarial? Si los trabajadores, a través de sus organizaciones sindicales, buscan imponer un piso en la negociación en función de la inflación esperada (que tiene sus bases, entre otras, en la inflación pasada) es en primer lugar para no perder la capacidad de compra del salario. Esta es, por lo tanto, una actitud defensiva frente a un factor que está fuera de su control: el nivel general de precios.
Suponiendo que no se modifiquen las unidades producidas -no aumente la oferta de bienes- el aumento en los precios de venta será el incremento en las ganancias que van a tener, como mínimo, los empleadores respecto del año anterior. Por lo que, cuando los trabajadores demandan la tasa de inflación esperada como piso para la discusión salarial, están reclamando, además, que se distribuyan las ganancias que el aumento de los precios generará en la empresa.
Pero éste no es el único determinante del reclamo salarial. Si fuera así, se daría el absurdo de pensar que el Sindicato de Curtidores estima que para el 2010 la inflación será del 49%, el de la Alimentación cree que será el 35%, en tanto que para los estatales sería el 21 por ciento.
Los reclamos salariales se basan sobre todo en las perspectivas de cada sector. Si el sector crece, entonces los trabajadores buscarán incrementos salariales tales que les permitan ser partícipes de esas ganancias, que en definitiva contribuyen a generar.
Ergo, los acuerdos colectivos entre empleadores y empleados reafirman que los aumentos salariales se dan por la capacidad de presionar de los empleados y la aceptación de los empresarios que las perspectivas de sus negocios serán lo suficientemente buenas como para honrar esos acuerdos y no quebrar en el intento.
La inflación, por su parte, tiene causas múltiples y complejas. Si lo que se busca es controlar la inflación, es hora de empezar a discutir algunas cuestiones que tienden a quedar en segundo plano: las ganancias, la cuestión agraria, el alto grado de concentración de la economía y la estructura productiva. Es necesario, en definitiva, discutir un programa de desarrollo. Morigerar los aumentos salariales, como se reclama desde algunos sectores, no haría más que producir una masiva transferencia de recursos desde los trabajadores a los sectores empresarios, y se victimizaría aún más a las principales víctimas de la inflación. Justo a aquellos a los que dicen querer defender los que recomiendan este tipo de acciones.
Nos vemos,
Contribución de Ariel Lieutier
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