Vienen dos años de desafíos
Sin leer y con algunos pasajes de tono coloquial, la presidenta Cristina Fernández desgranó ayer ante la Asamblea Legislativa los éxitos de la gestión kirchnerista,?en un discurso que fue tan aplaudido y elogiado por los legisladores oficialistas, como criticado por sus acérrimos opositores, quienes a partir de ahora y por dos años, controlarán el Congreso de la Nación.
En 27 años de democracia recuperada, cinco presidentes de la Nación, antes que Cristina, debieron cumplir este ritual republicano que implica rendir cuentas al Parlamento y adelantar sus planes de gobierno, al inaugurar un período de sesiones ordinarias. Cada uno leyó a su turno extensos y a veces?engolados discursos, pero ninguno como Cristina Fernández debió enfrentar el imponente recinto de los diputados en un marco de tanta tensión política y sentada junto a un vicepresidente que juega en contra, aunque a veces aplauda.
Ni siquiera las presiones que sufrió Raúl Alfonsín de parte del sindicalismo peronista pueden compararse con la virulencia de una envalentonada oposición política unida con el objetivo común de desgastar al gobierno kirchnerista.
Carlos Menem llevó adelante la más formidable operación de travestismo político y desmontó el estado de bienestar construido en buena medida por Juan Domingo Perón, frente a legisladores radicales que durante años le tendieron la mano para que pudiera llevar adelante su programa de gobierno.
Fernando de la Rúa no pudo cumplir con el ritual completo, pero en los años que duró su mandato profundizó la política neoliberal que terminaría en un baño de sangre, sin que la oposición le pusiera tantos palos en la rueda.
La transición de Eduardo Duhalde –gestada?precisamente en el Parlamento– fue acompañada por propios y extraños, cuando todavía resonaban los ecos de los levantamientos populares que exigían “que se vayan todos”. Y la “salida del infierno” protagonizada por Néstor Kirchner, fue elogiada hasta por los opositores, que recién al final de su mandato alcanzaron a balbucear alguna crítica.
En cambio, Cristina Fernández no pudo gozar siquiera de la leche de la clemencia, ya que apenas comenzado su mandato se inició la rebelión sojera que culminaría con un sonoro traspié parlamentario oficialista. Aquella madrugada adversa sería seguida por una derrota electoral que dibujó el paisaje que vio ayer en el recinto de los diputados, en el cual –a pesar de los faltazos de desplante– la mayoría de quienes estaban en las bancas eran legisladores opositores.
La Presidenta no tuvo necesidad de ocuparse del futuro de su gestión que tiene un sentido marcado, sino que se dedicó a enumerar un contundente rosario de realizaciones, sin siquiera mirar apuntes. Pero ya se sabe que no hay peor sordo que el no quiere escuchar. Para los opositores, las afirmaciones de país real y país virtual hoy son una mera anécdota. Una ilusión creada por ella misma. Para fundar sus afirmaciones llegó a utilizar datos del Fondo Monetario Internacional a efectos de reivindicar, por ejemplo, la política de desendeudamiento seguida desde la asunción de Néstor Kirchner en el 2003, que provocó una drástica reducción en la relación entre el producto bruto interno (PBI) y la deuda externa.
Anunció la derogación del decreto de necesidad y urgencia que creaba el Fondo del Bicentenario y que estaba atenazado por la Justicia y por la oposición en ambas Cámaras del Congreso Nacional, pero reivindicó el pago de los vencimientos de la deuda externa, que no contrajo su gobierno, con reservas del Banco Central y la creación de una comisión bicameral de senadores y diputados que controlará la puntillosidad de esos pagos externos. Apeló en este aspecto al sentido común, al señalar que no tiene sentido que la Argentina acuda al crédito externo con tasas del 15 o el 16 por ciento, cuando tienen recursos muertos de risa dando intereses de apenas el 0,5 por ciento.
En tácita alusión a la pinza que implica la judicialización de la política llevada adelante por la oposición parlamentaria con el aval de algunos jueces, la Presidenta de la Nación recordó que fue el gobierno de su marido el que impulsó la conformación de una Corte Suprema de Justicia totalmente autónoma del Poder Ejecutivo. Pero pidió a los magistrados que exhiban ante los medios y el poder económico la misma independencia que muestran frente al Gobierno. Y a la dirigencia política le reclamó que tenga la suficiente amplitud como para permitir la gobernabilidad en cuestiones que hacen ya no al buen funcionamiento de su gestión, sino a los intereses de la Argentina.
Cristina no tendrá suerte con su doble exhortación a políticos y jueces. Para ella, comenzaron ayer dos años en los que deberá negociar cada medida que requiera la habilitación parlamentaria.
Nos vemos
Sobre textos de Alberto Dearriba
En 27 años de democracia recuperada, cinco presidentes de la Nación, antes que Cristina, debieron cumplir este ritual republicano que implica rendir cuentas al Parlamento y adelantar sus planes de gobierno, al inaugurar un período de sesiones ordinarias. Cada uno leyó a su turno extensos y a veces?engolados discursos, pero ninguno como Cristina Fernández debió enfrentar el imponente recinto de los diputados en un marco de tanta tensión política y sentada junto a un vicepresidente que juega en contra, aunque a veces aplauda.
Ni siquiera las presiones que sufrió Raúl Alfonsín de parte del sindicalismo peronista pueden compararse con la virulencia de una envalentonada oposición política unida con el objetivo común de desgastar al gobierno kirchnerista.
Carlos Menem llevó adelante la más formidable operación de travestismo político y desmontó el estado de bienestar construido en buena medida por Juan Domingo Perón, frente a legisladores radicales que durante años le tendieron la mano para que pudiera llevar adelante su programa de gobierno.
Fernando de la Rúa no pudo cumplir con el ritual completo, pero en los años que duró su mandato profundizó la política neoliberal que terminaría en un baño de sangre, sin que la oposición le pusiera tantos palos en la rueda.
La transición de Eduardo Duhalde –gestada?precisamente en el Parlamento– fue acompañada por propios y extraños, cuando todavía resonaban los ecos de los levantamientos populares que exigían “que se vayan todos”. Y la “salida del infierno” protagonizada por Néstor Kirchner, fue elogiada hasta por los opositores, que recién al final de su mandato alcanzaron a balbucear alguna crítica.
En cambio, Cristina Fernández no pudo gozar siquiera de la leche de la clemencia, ya que apenas comenzado su mandato se inició la rebelión sojera que culminaría con un sonoro traspié parlamentario oficialista. Aquella madrugada adversa sería seguida por una derrota electoral que dibujó el paisaje que vio ayer en el recinto de los diputados, en el cual –a pesar de los faltazos de desplante– la mayoría de quienes estaban en las bancas eran legisladores opositores.
La Presidenta no tuvo necesidad de ocuparse del futuro de su gestión que tiene un sentido marcado, sino que se dedicó a enumerar un contundente rosario de realizaciones, sin siquiera mirar apuntes. Pero ya se sabe que no hay peor sordo que el no quiere escuchar. Para los opositores, las afirmaciones de país real y país virtual hoy son una mera anécdota. Una ilusión creada por ella misma. Para fundar sus afirmaciones llegó a utilizar datos del Fondo Monetario Internacional a efectos de reivindicar, por ejemplo, la política de desendeudamiento seguida desde la asunción de Néstor Kirchner en el 2003, que provocó una drástica reducción en la relación entre el producto bruto interno (PBI) y la deuda externa.
Anunció la derogación del decreto de necesidad y urgencia que creaba el Fondo del Bicentenario y que estaba atenazado por la Justicia y por la oposición en ambas Cámaras del Congreso Nacional, pero reivindicó el pago de los vencimientos de la deuda externa, que no contrajo su gobierno, con reservas del Banco Central y la creación de una comisión bicameral de senadores y diputados que controlará la puntillosidad de esos pagos externos. Apeló en este aspecto al sentido común, al señalar que no tiene sentido que la Argentina acuda al crédito externo con tasas del 15 o el 16 por ciento, cuando tienen recursos muertos de risa dando intereses de apenas el 0,5 por ciento.
En tácita alusión a la pinza que implica la judicialización de la política llevada adelante por la oposición parlamentaria con el aval de algunos jueces, la Presidenta de la Nación recordó que fue el gobierno de su marido el que impulsó la conformación de una Corte Suprema de Justicia totalmente autónoma del Poder Ejecutivo. Pero pidió a los magistrados que exhiban ante los medios y el poder económico la misma independencia que muestran frente al Gobierno. Y a la dirigencia política le reclamó que tenga la suficiente amplitud como para permitir la gobernabilidad en cuestiones que hacen ya no al buen funcionamiento de su gestión, sino a los intereses de la Argentina.
Cristina no tendrá suerte con su doble exhortación a políticos y jueces. Para ella, comenzaron ayer dos años en los que deberá negociar cada medida que requiera la habilitación parlamentaria.
Nos vemos
Sobre textos de Alberto Dearriba
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