Oposición de derecha y maniobras corporativas
Según los antiguos griegos, la política era entendida como el arte de hacer posible lo necesario, entendido por necesario el interés público. Más tarde, a lo largo de la historia de la humanidad y del desarrollo económico de la sociedad contemporánea, en el reino de la razón instrumental, el concepto de los clásicos terminó convirtiéndose en una deformación pragmática, atravesada por una alta cuota de impotencia a “la política entendida como el arte de lo posible”.
Lo novedoso en el escenario político de la Argentina postcrisis, es entender a la política “como el arte de no hacer posible lo necesario”. Esta concepción que tiñe la empiria opositora emergió en plena pulseada corporativa del empresariado agrario, en oposición a la celebre resolución 125. Se profundizó con la impronta exitista con posterioridad a las elecciones de mitad de mandato del 28 de junio del año pasado, y retomó, aun con más fuerza, a partir de la jura de los nuevos representantes en Diputados y en el Senado.
Pero en esta última ocasión el heterogéneo entramado opositor, en una cruzada antigubernamental, redobló sus pulsiones destituyentes y se lanzó al nuevo escenario político con la pretensión irreal de convertirse en la mayoría parlamentaria. Esta alquimia aritmética de cargado tinte oportunista constituye, en cierto momento, una enceguecida máquina de impedir la acción de gobierno de la presidenta Cristina Fernández.
Haciendo abstracción de que la decisión popular de octubre del 2007 fue la de elegir a un gobierno –con casi el cincuenta por ciento de los votos– por el período de cuatro años, así fue como de un discurso previo a las elecciones de junio del año pasado, donde se intentó por parte de la oposición de desdramatizar el resultado de las urnas, luego del escrutinio del cambio parcial de los diputados y senadores, se convirtió ipso-facto en una suerte de ambición desmedida por cogobernar, figura política inexistente en el sistema presidencialista que históricamente nos rige a los argentinos.
Consecuentes con este despropósito político, desde el 10 de diciembre intentaron dar golpes de timón con la intención de ir obturando toda iniciativa gubernamental.
Veamos, con tormentas judiciales de verano, trabaron las decisión gubernamental de la creación del Fondo del Bicentenario; con medidas cautelares impidieron el uso del 10% de las reservas para hacer frente a deudas contraídas por gobiernos de la década de los ’90; en plena crisis recesiva a escala global, minimizan las políticas activas de claro carácter anticíclico del actual gobierno y claman por un recorte de la inversión social, proponiendo –sin decirlo con todas las palabras– que se implemente un claro ajuste en el presupuesto; paralelamente levantan la mano en sus bancas para desfinanciar el Anses y el erario nacional –disfrazándose de adalides del federalismo–, al impulsar la transformación del Impuesto al Cheque.
¿Cómo reaccionan los actores económicos? ¿Cómo reacciona la gente común? Ante el desconcierto que genera esta cruzada obstruccionista, desde antes del fin de año pasado los índices inflacionarios fueron ascendiendo paulatinamente, reforzándose esta tendencia en los primeros meses del año. Entre los productos y servicios en alza figuran algunos que se consideran parte sustancial de la canasta básica alimentaria. Lo sorprendente es que estos incrementos no se dan luego de aumentos de salarios por vía paritaria, como en otros años, sino que fueron moviéndose al compás de los rumores interesados en una supuesta suba del dólar, o como parte de las profesías incumplidas por conocidos referentes de la oposición y de las sistemáticas habladurías repetidas hasta el hartazgo por determinados medios hegemónicos.
Lo cierto es que estos presagios fueron creando un clima inflacionario que ha generado en los formadores de precio una suerte de “aumentos preventivos” que terminan derramándose en importantes rubros de la economía. Uno de los más significativos es el mercado de la carne, que desde fines de 2009 ha incrementado su precio en casi el 50 por ciento.
Mantener el equilibrio entre el stock ganadero, la faena, las exportaciones y los precios (internos) de la carne, es una de las premisas del gobierno. Este objetivo amerita la necesidad de implementar acuerdos de precios que sean cumplidos por los grandes formadores de precios a lo largo de la cadena de valor, hasta la mesa del consumidor. Y en el caso específico de la carne se debe confrontar con la lógica irracional de los agentes privados que priorizan sus ganancias vía incremento de la exportación de cortes populares en desmedro de garantizar el abastecimiento a precios accesibles a las grandes mayorías que viven de su salario.
Poner en claro la funcionalidad existente entre la oposición de derecha y las maniobras corporativas en favor de la alza inflacionaria es una batalla aún pendiente, que, de concretarse, permitirá entender quién es quién en la Argentina contemporánea.
Nos vemos,
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