Mr. Burns o el dilema de pedir más cuando se gana mucho

Algunas de sus frases célebres:
“¿Un dólar a cambio de la felicidad eterna? Mmm… Soy más feliz con el dólar.”
“¿De qué sirve el dinero si no se puede inspirar terror en el prójimo?”
"La opresión y la tiranía son una pequeña tasa por vivir en el país de la libertad."
“Lo dejaría todo… por tener un poco más.”
Los empresarios están incómodos frente a un dilema que no encuentran cómo resolver. No quieren consentir en silencio decisiones oficiales que consideran como una intromisión a la actividad privada, pero tampoco les convence romper lanzas con un gobierno cuya administración les permite colmar las cajas de sus compañías.

Constatar que el Estado tiene poder porque hay un gobierno con vocación de ejercerlo los pone molestos. Dudan sobre los límites precisos de esa soberanía y temen que ese imperio termine involucrándolos en forma directa y minando el terreno de su propio negocio.

La decisión de dar por caída la licencia a Fibertel y la de convocar al Parlamento y a la Justicia para que resuelvan sobre el futuro de Papel Prensa irritó aún más la epidermis patronal, ya escaldada por otras iniciativas oficiales previas, que juzgaron como embestidas peligrosas. Una prueba de ese malestar fue la foto de la cúpula de la Unión Industrial Argentina junto a la de AEA, con la estelar inclusión de Paolo Rocca (Techint) en el centro de la escena, apenas días antes de aquellas revulsivas medidas oficiales. Sin dudas, una provocación a un gobierno muy sensible a esos gestos.

Pero a pesar del malhumor patronal, a los ceo o accionistas no les es sencillo cuestionar las políticas oficiales ni denunciar la presunta falta de seguridad jurídica. No ya porque teman a una airada reacción oficial, sino porque gozan de una bonanza económica que, en el caso de algunos sectores específicos, también incluye el puntal de subsidios y préstamos blandos.

Los directivos de IDEA dieron un ejemplo de esa cautela días atrás, cuando postergaron hasta el 9 de septiembre una ronda de prensa que estaba prevista para pocas horas después de que Julio De Vido anunciara la caída de aquella licencia. De ese modo, Gustavo Ripoll (Dell) y Carlos Haenel (Deloitte) eludieron someterse a preguntas sobre la controvertida medida.

Los hombres de empresa lo tienen claro como pocos: casi no hay en este momento actividad que no esté ganando buen dinero y sobran pruebas que pulverizan cualquier duda en ese sentido.

Las empresas cotizantes en Bolsa ganaron en el primer semestre un 86,2% más en dólares que en el del año anterior, básicamente lideradas por YPF, Siderar y Gas Natural Ban. Los dichos de varios ejecutivos a un matutino nacional este fin de semana abonan la misma idea. Sergio Rocha, Ceo de General Motors, celebró que en 2010 se vayan a vender autos “como nunca”, en alusión a las más de 600 mil unidades que despacharán al mercado las terminales. Fernando del Carril, de Procter & Gamble, también bate palmas porque la industria de consumo masivo crece entre 5 y 6 por ciento. Y van.

Los sectores identificados como sensibles por su vulnerabilidad a la competencia externa como el textil y el de calzados pasaron de advertir que las importaciones podían exterminarlos a conquistar mercados externos. En las últimas reuniones del G-7 -núcleo al que están retornando los ruralistas con Hugo Biolcati, de la Sociedad Rural- se reiteró la coincidencia de que la economía marcha bien y aun el campo, sujeto al resistido pago de las retenciones, tiene un presente cómodo y un futuro promisor. Los $1.050 de la tonelada de soja, cultivo estrella, son un precio que habla de por sí.

El único norte del dinero es multiplicarse, algo que las condiciones macroeconómicas y regulatorias actuales no parecen haber impedido. Frente a esto es que el remanido reclamo patronal de seguridad jurídica se invalida irremediablemente.

Nos vemos,



Con textos de Cledis Candelaresi

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