Kirchner's: La pesadilla de la oposición
Ya han transcurrido años desde que comenzó a oírse la sentencia, mitad juicio basado en hechos evidentes y mitad expresión de deseos: “se ha agotado el ciclo de los Kirchner”.
Desgraciadamente para aquellos opositores que hasta hace poco apostaban a que los Kirchner se auto-destruirían, los santacruceños no dan señales de haberse resignado al fin indecoroso vaticinado por los muchos que sueñan con verlos humillados. Siguen actuando como quienes confían en monopolizar el poder por mucho tiempo más.
Si bien no hacen ningún esfuerzo por congraciarse con sus adversarios –al contrario, los tratan como enemigos despreciables–, parecería que están intentando reconciliarse con la ciudadanía y que en dicha empresa se han anotado algunos éxitos, ya que para alarma de quienes no los quieren la imagen de ambos se ha hecho menos antipática de lo que era un año atrás. De consolidarse ciertas tendencias detectadas por los sondeos, la pesadilla opositora de despertarse en el 2012 con un pingüino aún instalado en la presidencia podría convertirse en realidad.
Desde el punto de vista de la pareja, el único “diálogo” que reviste importancia es el que está celebrando con la gente. Lo ameniza periódicamente repartiendo pequeños regalos, aumentando la jubilación mínima y anunciando mejoras salariales, como si el dinero que gastan saliera de su propia cuenta bancaria, no de los bolsillos de los contribuyentes, pero la política es así en todas partes. En cuanto a su relación con los jefes de las distintas facciones opositoras, los Kirchner parecen haber llegado a la conclusión de que es de su interés que sea mala. Se suponía que luego de la derrota que sufrió Néstor en la provincia de Buenos Aires a manos de Francisco de Narváez, su esposa optaría por colaborar con sectores “progresistas” afines de la oposición, pero, por temor a ser considerada débil, o porque no le gusta colaborar con nadie, eligió mantenerlos a raya, tratándolos como suplicantes.
Parecería que los Kirchner entienden que, si cuentan con una carta de triunfo, esta consiste en la impresión ya generalizada de que los aspirantes a desplazarlos son personajes mezquinos, hipercríticos, que sólo saben formular denuncias rimbombantes pero no tienen ninguna idea positiva, de suerte que sería inútil procurar trabajar con ellos. Rechazada la idea de permitir que el Congreso los ayude en su tarea y conscientes de que su estilo urticante levantaba ampollas, han basado su estrategia política preelectoral en aceptar que, si bien en opinión de muchos son personas desagradables, por lo menos los creen capaces de gobernar, para entonces preguntarles a sus interlocutores imaginarios; ¿preferirían que el Gobierno estuviera en manos de alguien tan excéntrico como Elisa Carrió? Asimismo, dan a entender que, si a veces parecen ser demasiado agresivos, es porque tienen que luchar contra una oposición insólitamente virulenta, una “maquina de impedir” manejada por sujetos irresponsables.
Quienes militan en el heterogéneo aglomerado opositor quisieran hacer del Congreso, institución que, en teoría por lo menos, podrían dominar, el centro de gravedad de la política, pero mal que les pese, la Argentina es un país decididamente presidencialista. Para los Kirchner, es fácil aprovechar las grietas en una oposición que está conformada por representantes de docenas de ideologías mutuamente incompatibles que, para colmo, son proclives a escandalizarse por nimiedades. Como el radical Ricardo Alfonsín descubrió, incluso compartir una foto con Cristina es más que suficiente como para desatar una minicrisis, mientras que cenar con el mandamás de Clarín, Héctor Magnetto, pecado este cometido por Macri y un conjunto de pesos pesados del peronismo anti-K, motiva sospechas no sólo en el Gobierno, que lo toma por evidencia de que hay una conspiración oligárquica en marcha, sino también entre los socios de los comensales. En el mundillo opositor, una palabra ambigua, una mirada esquiva o una ausencia no explicada, pueden tener consecuencias bastante graves.
Por ser la Argentina tan presidencialista, y por ser los Kirchner las personas que son, los opositores que fantasean con mudarse a la Casa Rosada a fines de 2011 se encuentran en una situación muy incómoda. Antes de erigirse en alternativas auténticas a la dupla patagónica, los precandidatos tendrán que frustrar las aspiraciones de una plétora de rivales internos a sabiendas de que harán virtualmente cualquier cosa para hacerlos tropezar. Si bien es de suponer que todos entienden que las reyertas internas los están perjudicando y que les sería mucho mejor postergarlas hasta bien entrado el año venidero, ninguno puede darse el lujo de negarse a participar en ellas.
A pesar de jurar que no le interesa ser candidato, el senador santafesino Carlos Reutemann no ha podido alejarse definitivamente del tumulto: le guste o no, su nombre sigue en las listas de presidenciables. Aunque Carrió insiste, con su elocuencia habitual, que no es hora para las internas porque la oposición debería cerrar filas, ha hecho más que cualquier otro dirigente político para calentarlas y para provocar más divisiones, lo que le ha merecido los reproches de quienes la acusan de ser “funcional” a los Kirchner. No se equivocan Margarita Stolbizer y otros militantes del “espacio” centroizquierdista cuando critican a Lilita, pero tal y como están las cosas todos los opositores son “funcionales” al kirchnerato puesto que, hasta nuevo aviso, se concentrarán en denigrar a sus congéneres a fin de despejar su propio camino hacia la gloria. Para el matrimonio, todo es mucho más sencillo; su interna es de alcoba, mientras que la de sus contrincantes tiene por escenario el mundo entero, ya que no pueden escapar a la atención de los medios ubicuos viajando al exterior.
Exageran o no los persuadidos de que a los encargados de gobernar el país cuando los Kirchner ya no estén les aguardarán asignaturas pendientes que les costará aprobar, mientras duren las internas los problemas así planteados sólo figurarán esporádicamente en los debates públicos. Hasta terminar la selección de candidatos, los intercambios de lindezas entre correligionarios, compañeros, camaradas y socios seguirán entreteniendo a los interesados en las vicisitudes políticas nacionales.
En buena lógica, pormenores como los supuestos por la inflación, el salvajismo de los delincuentes, el deterioro de los servicios públicos, la falta de energía y la corrupción cada vez más barroca, deberían perjudicar al Gobierno, pero a esta altura los Kirchner se habrán dado cuenta de que incluso las deficiencias de su gestión conjunta pueden jugar a su favor. De difundirse la sensación de que al país le espera un futuro agitado, la ciudadanía querrá que el Gobierno sea “fuerte”, o por lo menos decisivo, lo que beneficiará a quienes nunca han vacilado en tomar medidas contundentes sin preocuparse en absoluto por los gritos de los opositores que, por su parte, dan una impresión de impotencia debido no sólo a las grescas internas que los obsesionan sino también a su voluntad de hacer concesiones a fin de alcanzar consensos, riesgo este que Néstor y Cristina no soñarían con enfrentar.
Nos vemos,
Tomado de revista Noticias. Autor: Jaime Neilson - Dibujo: Pablo Temes
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