Biolcati-Carrio / Buzzi-Solanas, modelos en pugna

Desde el sector agropecuario surgen dos tipos de reivindicaciones que representan dos modelos de desarrollo. Por un lado están las demandas que favorecen directamente la concentración y las superganancias de los grandes productores y que se limitan a la eliminación de las retenciones sin discriminación.

En el plano político, éste es el modelo de desarrollo Biolcati-Carrió, que, en términos históricos, representa la tradicional lucha de las corporaciones agropecuarias por la apropiación plena del precio en dólares de las exportaciones. A pesar de no menos de medio siglo de teoría económica en contrario, comenzando por el “estructuralismo latinoamericano” fundado por Raúl Prebisch, este modelo antiindustrial y antidesarrollista continúa acechando el presente, incluso de la mano de dirigentes “industriales” despistados. Es el modelo de país “góndola del mundo” que proclama el pletórico “rey de la soja” Gustavo Grobocopatel, un país para un tercio de la población, pero con fuertes efectos multiplicadores en la demanda de trabajo para las fuerzas de seguridad.

Por otro lado se presenta un modelo similar, pero morigerado y revestido de diversos grados de corrección política, que lleva a los mismos resultados, pero con algo más de pudor en su expresión. Un modelo de desarrollo que podría caratularse como Buzzi-Solanas y cuya característica principal frente al modelo Biolcati-Carrió es que matiza la necesaria instrumentación de las políticas de desarticulación productiva y especialización agropecuaria con dos conceptos clave: “pequeños productores” y “economías del interior”. El modelo Buzzi-Solanas no dice “no queremos pagar impuestos y la intervención del Estado es horrible”, sino que proclama la necesidad de discriminar a los pequeños productores de los grandes y propone mirar que los cultivos tradicionales no son sólo soja, sino también trigo-pan, maíz, girasol, agregando que en el campo hay vacas. Este modelo tiene un sujeto mítico: el “chacarero mixto”. Se trata de un chacarero propietario de una cantidad de hectáreas preferentemente no escandalosa, entre 200 y 400, dependiendo de la zona de producción, que rota los cultivos y practica la ganadería y, de ser posible, la lechería.

También suma un toque “a lo Grobo”: como la necesidad de escala del capital es inherente a la naturaleza del desarrollo del capitalismo agrario, integra cooperativas propietarias de empresas de servicios agrarios y, en voz baja, le alquila la tierra a otros pequeños a los que transforma en rentistas. Sólo con estas enmarañadas combinaciones puede mantener la naturaleza inmaculada de lo “pequeño” entre lo que las fuerzas productivas materiales demandan que sea grande.

Su reclamo político principal no es la eliminación lisa y llana de las retenciones, sino su segmentación. El detalle del modelo Buzzi-Solanas es que también quiere segmentar las retenciones a la soja. Imagina que la sojización es menos avasalladora del espacio de otras producciones si de sus beneficios se apropian 10.000 sujetos y no 100. Presupone que si se favorece a la soja, que a pesar de todo lo desfavorable del presente nunca dejó de expandirse, no se afectarán los restantes cultivos ni la diversificación pecuaria de la mítica chacra mixta.

Parece redundante decir que la oposición entre el modelo Biolcati-Carrió y el Buzzi-Solanas está lejos de ser la contradicción principal, salvo por el detalle de la persistencia histórica de la opción por seguir apostando a una economía de base agraria, asentada en la abundancia de la dotación de recursos naturales versus una economía con una estructura productiva diversificada e integrada. Una vez más: equilibrar la estructura productiva local demanda el mantenimiento a rajatabla, sin falsos matices, de tipos de cambio diferenciales entre sectores.

Biolcati-Carrió representan la tradicional lucha por la apropiación plena del precio en dólares de las exportaciones. Buzzi-Solanas la matizan con dos conceptos: “pequeños productores” y “economías del interior”. Pero ambos apuestan a una economía de base agraria.

Nos vemos,



Claudio Scaletta, CASH

Comentarios

Mariano T. ha dicho que…
Las retenciones no alcanzan para eliminar la "economía de base agraria", para eso debería irse por la eliminación física de los agricultores o por algun otro mecanismo que implique el abandono de la producción.
Tampoco lo contrario es cierto: Es verdad que la agroindustria no puede mantener o darle trabajo más que a un 30% de los argentinos. Pero eso corre para cualquier industria o actividad. Cuántos argentinos puede sostener la industria de automóviles? Y la química? es necesario desincentivarlas por no poder, ellas solitas, darle trabajo a todos los habitantes?
Un desarrollo de todas las fuerzas productivas es necesario, y penalizar lo existente no es de ninguna manera precondición para que eso suceda. Todo lo contrario, porque la inversión necesaria no se va a dar en condicione donde el PE puede designar arbitrariamente a los que tienen que pagar cada fiesta.

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