Pasión
“La pasión no sabe esperar.” La frase del filósofo alemán Friedrich Niestzsche ofrece una explicación a ese impulso irrefrenable que lleva a algunas personas a desafiar sus propios límites. A arriesgarlo todo, hasta la propia vida, por alguna fuerza poderosa que los mueve hacia el norte que es objeto de su obsesión. Néstor Kirchner era un apasionado y su propia naturaleza lo condenó a transitar la vida como sólo pueden hacerlo quienes tienen ese fuego que les impide pasar desapercibidos: ganando de igual modo amores y odios; detractores y enemigos. A veces, jugando caprichosamente al límite. Pero siempre lejos de la existencia anodina de quienes no están animados por ese ímpetu. A todas luces ignoró los esmerados cuidados que requería su debilitado aparato cardiovascular, sin sustraerse de la vorágine que le imponía la agenda política y su propia autoexigencia para honrar las obligaciones de ahí derivadas. Pero ese descuido de su salud no se explica por un desapego a la vida sino por ...