Tercerizados: los excluídos del neoliberalismo

Con la muerte de Mariano Ferreyra no sólo queda al descubierto la trama negra de una metodología violenta de resolver los conflictos en el ámbito de las relaciones laborales.

La tercerización, término poco utilizado en los medios, es un neologismo generado y extendido durante la década del ’90 en el apogeo de la llamada flexibilidad laboral y rebaja de los costos laborales. El discurso empresarial comenzó a habituarse a la necesidad de implementación de dicha ingeniería interna en la gestión de la mano de obra puertas afuera de sus empresas.

Son algunas de las tantas actividades sacadas de la órbita del trabajo bajo relación de dependencia y derivadas a otras empresas que cumplen un rol de proveedores de servicios externos, esa manera de concebir la gestión de mano de obra profusamente descripta en manuales de management que han transformado durante las últimas décadas la morfología del trabajo asalariado en muchas firmas tradicionales y en otros casos han generado empresas durante los ’90 que han nacido con grandes niveles de flexibilidad y con una flota de empresas satélites, que cumplen el rol de proveedoras de mano de obra, como sub-contratistas o en su defecto contratando a grandes empresas de servicios, especializadas en dichas tareas.

Prácticamente en todas las privatizaciones habidas en el menemato, las antiguas empresas estatales disminuyeron de una manera drástica el universo de trabajadores bajo relación de dependencia y trabajo estable. La vieja Entel –transformada en Telefónica y Telecom–, Obras Sanitarias, Ferrocarriles Argentinos y Gas del Estado, generalizaron esta forma de contratos a plazo y en algunos casos hasta armaron cooperativas de trabajadores con alguna incidencia de las cúpulas sindicales. Esta reconversión de la mano de obra fue naturalizada en los sectores del trabajo como «la forma más eficiente de posicionar a dichas empresas en la dura competencia inter-empresarial».

Con esta tendencia a la baja de las conquistas convencionales ganadas en años por el movimiento obrero, la drástica metamorfosis del mundo laboral fue defendida por la prensa conservadora como la panacea que ponía al resguardo a la sociedad de futuras crisis. Por su parte la profunda asimetría de los actores del trabajo y pérdida estrepitosa vía recesión y destrucción de empleos, y la impotencia de una salida progresista a la crisis hizo que muchas conducciones fueran negociando a la baja y otras, aquellas que resistieron al ideario neoliberal, fueron derrotadas o profundamente debilitadas. Años donde el consenso social , internalizó la «teoría del derrame» basada en la victimización de ganancias del empresariado y un posterior «chorreo» que salpique a la sociedad toda. Esta utopía empresarial tuvo su debacle con la crisis del plan de convertibilidad, y la insubordinación de masas de fines del 2001.

Pero el andamiaje y la estructura de ese patrón de acumulación basada en la tercerización y la consecuente flexibilización de la mano de obra, perduró en el tiempo. Con la devaluación y la crisis más profunda de toda la historia de la república, con niveles de pobreza cercanos al 50% de la población y con una desocupación alarmante, no fue difícil que la prioridad de todos, empresarios sindicatos y Estado no fuese otra que garantizar las fuentes de trabajo y en una segunda etapa la creación de nuevos puestos. El desarrollo económico a tasa china durante estos últimos ocho años ha generado un crecimiento inédito, que tuvo su efecto directo en la creación de puestos de trabajo que redujeron la desocupación a niveles inferiores a los dos dígitos.

Pero a pesar de los elevados niveles de rentabilidad, estos guarismos no tuvieron la misma magnitud en el mejoramiento de la calidad del trabajo, sin alterar significativamente la ecuación existente entre trabajo en negro y trabajo decente.

Más aún, el trabajo precario­, entendiéndolo como contratos temporarios sin seguro de salud y los beneficios propios de un trabajo estable como pueden ser aguinaldo o vacaciones pagas, no bajó del 40% del total de mano de obra ocupada. Hay, entonces, una deuda social del empresariado y del Estado con los sectores que bancaron con sus formas de contratación precarias y su discriminación salarial y convencional, el peso principal, del llamado milagro desarrollista de los últimos años.

Nos vemos,



Con textos de Jorge Muracciole

Comentarios

rosarigasino ha dicho que…
"El desarrollo económico a tasa china durante estos últimos ocho años ha generado un crecimiento inédito, que tuvo su efecto directo en la creación de puestos de trabajo que redujeron la desocupación a niveles inferiores a los dos dígitos".
Eso se lo podrias decir a la gente de Parana Metal,a la agente de Mahle aca en Rosario,a los empleados de de San Cor,tambien de Rosario.
en otro parrafo decis " Hay, entonces, una deuda social del empresariado y del Estado con los sectores que bancaron con sus formas de contratación precarias y su discriminación salarial y convencional, el peso principal, del llamado milagro desarrollista de los últimos años".La deuda en verdad es del estado porque sino como puede explicar el oficialismo que los continuos reclamos de los empleados ferroviarios tercerizados ante el Ministerio de Trabajo no hayan encontrado eco por parte de las autoridades nacionales?. Si el ministro, Carlos Tomada, hubiera tomado cartas en el asunto, jamás hubiera existido la referida movilización y, menos aún, se hubiera dado la muerte de Mariano Ferreyra. No ha sido casual el desinterés oficial al reclamo sindical: la sociedad ferroviaria entre Pedraza y Hugo Moyano fueron un buen motivo para que ello ocurriera.
Lo que mas puede llegar a preocupar al gobierno es que quede al descubierto el sistema de tercerizaciones fraudulentas que utilizan diversos sindicatos. Ello se ha visto facilitado gracias a los subsidios que el Estado nacional les “libera” sin control alguno.
Pero para consuelo del gobierno esto no es nuevo y potestad de los Kirchner,en las ultimas decadas conto con el beneplacito de los ocupantes de la casa de gobierno,pero,claro esta,el crimen del joven Mariano Ferreyra ocurrió en pleno gobierno kirchnerista, por lo cual la responsabilidad política le cabe al oficialismo de turno.