La degradación de la política como herramienta transformadora


Mauricio Macri cuestionó la candidatura de Adorni y dijo «Hay que dejar los videojuegos y estudiar para ir a la legislatura» y coincido con él porque sintetiza la degradación de la política. Desde que Carlos Menem introdujo a Carlos Reutemann o a Palito Ortega; o a Miguel Del Sel como candidato a gobernador de Santa Fe de la mano de Mauricio Macri, se produjeron llegadas de deportistas, actores, cantantes de todos los estilos musicales, periodistas, científicos y sindicalistas a las cámaras de diputados y senadores de la nación y provincias y en los concejos municipales. El fin último es utilizar figuras populares para sostener espacios de poder.

Más allá de la capacidad intelectual y de trabajo de cada uno, estamos reemplazando con outsiders a los cuadros políticos nacidos de centros de estudios de cada partido. Sin dudas, el impulso que tuvieron los movimientos universitarios con la llegada de la democracia y la fenomenal capacidad de lideres políticos del peronismo y radicalismo para producir un trasvasamiento generacional que sostenga el andamiaje de los partidos dió sus frutos, aunque, con pesar ese trasvasamiento se quedó en los intentos cuando irrumpieron los frentes políticos y movimientos transversales que fueron degradando la vida de los partidos políticos. 

Los partidos políticos son parte esencial de la vida democrática. En los primeros años, las grandes fuerzas políticas se democratizaron internamente y aprendieron a aceptar resultados electorales adversos. Con el tiempo, sin embargo, fueron mutando, hasta definir un sistema crecientemente desequilibrado y poco efectivo.

Las PASO introducidas en Santa Fe por Jorge Obeid en 2005 y por Néstor Kirchner en el primer gobierno de Cristina Fernández, fueron el inicio del fin de las autonomías partidarias. En la Argentina el sistema colapsó apenas fue puesto a prueba. El primer motivo incluye la característica que desnuda a la política de nuestro país: las conducciones de los partidos prefieren el mandoneo del líder y los arreglos de mesa chica.

Ese denominador común reconoce varios factores, según sea el partido de que se trate.

El peronismo nunca tuvo democracia interna en tanto siempre se prefirió ordenar hacia abajo una estructura basada en la importancia del General Perón. Sin contar el enfrentamiento armado entre la izquierda y la derecha peronista, las sucesiones posteriores a Perón desde la década de 1980 se resolvieron sin participar a los afiliados con la excepción de la interna de Carlos Menem y Antonio Cafiero, en 1988.

Mientras se achicaba, elección tras elección, el radicalismo fue perdiendo la capacidad de ejercer su costumbre de tener elecciones internas. Cada vez que llaman a una competencia de afiliados se hace visible que van cada vez menos votantes. El radicalismo pierde su tradición democrática en tanto carece de capacidad para ejercerla por su decaimiento. Aparece la Alianza que lleva al gobierno a De la Rúa con Chacho Alvarez, luego Cambiemos con el PRO y sus deformaciones, luego el Frente Progresista Cívico y Social en Santa Fe, ahora Unidos para Cambiar Santa Fe y como broche, los radicales libertarios.

Tengo amigos radicales nacidos en Franja Morada de la UNL Santa Fe que quieren renunciar al partido por la penosa transformación que se está produciendo.

De aquella imagen robusta nos queda un solo tesoro: el compromiso democrático de los partidos. Pero los partidos de la oposición, tanto en el plano nacional como en la mayoría de las provincias, se han vuelto crecientemente irrelevantes para la discusión de las políticas públicas y muy débiles como alternativas electorales. 

Ser legisladores nacionales, provinciales y municipales es una tarea que requiere dedicación, respeto por las instituciones y aprendizaje constante sobre economía y política. Es cierto que todo ciudadano tiene derecho de llegar y ocupar esos espacios, pero debemos aceptar que es un proceso de aprendizaje que no termina nunca. 

¿Quiere la política argentina junto con las PASO enterrar para siempre cualquier idea que represente una selección democrática de sus dirigentes? Para validar a sus dirigentes, los partidos podrían usar otros métodos distintos de las inutilizadas PASO, viejos o nuevos, pero ni siquiera se les ocurre.

Reducidos a grupos de dirigentes, la mayoría de los partidos casi no tienen reuniones, asambleas o congresos. Y aquellos que dicen tenerlos, no logran ocultar que no pasan de la formalidad y que son insignificantes.

No se trata de nostalgias de tiempos que en cualquier caso nunca fueron perfectos ni ideales. Pero es real que los partidos argentinos alguna vez tuvieron muchos afiliados en contacto real con sus dirigentes.

Aquello que se perdió no puede ser evocado desde la nostalgia. En otros países esos esquemas de legitimación de los dirigentes todavía existen. Donald Trump arrasó en las primarias republicanas de los Estados Unidos, país donde no es posible ser candidato a nada sin atravesar un costoso y largo proceso previo. Los países europeos tienen partidos que aparecen o mueren, pero que en general mantienen discusiones abiertas y mecanismos de selección intensos.

Las PASO no fueron una solución, por el contrario, ahora que están por desaparecer, su ausencia demostrará el verdadero desinterés de los políticos argentinos por tener un sello de origen, una representación legítima y una prueba previa a la irreversible elección de los votantes que por lo general desconocen a quién votan.



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Con textos de Sergio Suppo, La Nación «La silenciosa muerte de la democracia de los partidos políticos» | Imagen: Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe

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