Argentina contra el FMI y sus políticas

El FMI sostiene que para las naciones en desarrollo es primordial evitar un recalentamiento en la economía con el fin de asegurar el crecimiento. Esa posición de ese organismo internacional no dista de aquella puesta en práctica por su “mejor alumno” durante la década del ‘90. Conforme a la óptica ortodoxa, debería ponerse énfasis en la reducción del gasto público y liberalizar los mercados. De esa manera, los “satisfechos” podrían alcanzar mayores ingresos y “derramar” los beneficios del crecimiento entre los sectores más bajos. Esta tesis, conocida como “Teoría del Derrame”, fue el pretexto que convalidó la puesta en práctica del modelo neoliberal.

Mercedes Marcó del Pont y Héctor Valle ilustran en el trabajo Crisis y Reforma Económica que en 1975 el estrato bajo de la población percibía el 19,3 por ciento del PBI, mientras que el 41,9 le tocaba al más alto, porcentajes que se ubicaron en 12,0 y 54,5 por ciento, respectivamente, en 2002. Esto pone de manifiesto la profundización de la desigualdad sin mediar correlación con las fluctuaciones en el nivel de actividad. Esta transferencia de ingresos hacia los niveles más altos trajo consigo una mayor concentración del capital, un aumento de la desocupación y una pauperización de la clase trabajadora.

Es evidente que las recetas del FMI no dieron resultado ni siquiera para equilibrar las variables macroeconómicas: las políticas de ajuste promovidas en nuestro país no hicieron más que profundizar la recesión. Lo mismo ocurre actualmente en Grecia, España e Irlanda, donde el costo de la crisis lo está pagando la población a través del desempleo y el deterioro social. La visión neoliberal se hizo eco en la clase dirigente de esos países, que llevará sufrimiento e incertidumbre a la sociedad, en contraposición con los intereses salvaguardados de poderes económicos y financieros, verdaderos culpables de la crisis. De esta manera se tornan relevantes el desendeudamiento con el FMI en la presidencia de Néstor Kirchner y el actual impulso a las negociaciones con el Club de París sin la intervención de ese organismo. Los condicionamientos, que defienden los intereses del establishment, son incongruentes con una política económica inclusiva. ¿Hasta cuándo seguirán poniéndose en práctica las políticas ortodoxas? Probablemente la respuesta sea que las políticas que fomentan la desigualdad en beneficio de determinados grupos concentrados son inherentes al funcionamiento del capitalismo. Manteniéndose el sistema actual en vigencia son pocas las esperanzas de revertir la situación y pensar de una forma diferente las relaciones económicas.

La posición de la Argentina y de toda Latinoamérica frente al avance neoliberal, dentro de sus límites, es acertada, puesto que las exigencias de los organismos multilaterales de crédito no pretenden fomentar el desarrollo de la región sino más bien defender capitales del exterior. Es necesario encaminar la mentalidad política latinoamericana hacia un margen de maniobra más amplio para intensificar un modelo social más igualitario con la finalidad de defender los intereses nacionales frente a la invasión de las ideas económicas alineadas con la ortodoxia neoliberal.

Nos vemos,




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CASH - Pablo Sanchez

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