Magnetto, entre Duhalde y Alfonsín
Nadie sabe si el Peronismo Federal llegará a las elecciones de 2011. Esto que es terrible para el doctor Duhalde, no lo es tanto para Héctor Magnetto. Salvo que opte por respaldar la candidatura de Ricardo Alfonsín.
El Peronismo Federal fue, hasta su implosión, la carta política escogida por Magnetto para derrotar al gobierno K. Como viejo desarrollista también proviene del riñón de la UCR –Arturo Frondizi fue su escudero político– y tiene una idea muy precisa de la inconsistencia radical. Y por tanto siempre priorizó los acuerdos con el peronismo. De modo que la fractura entre Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner venía a pedir de boca. Sobre todo, cuando Duhalde hizo suya una versión posmoderna del desarrollismo: facilitar los negocios empresarios sin mayores debates.
Y desde esa perspectiva apuntaló al multimedios en su momento más difícil: salida de la convertibilidad, deuda con Goldman Sachs en dólares, en medio de una desvalorización de sus activos y el cierre del crédito internacional para empresas argentinas. Dicho con sencillez: Duhalde era y es un aliado probado, y desde la batalla campera el gobierno K pasó a enemigo público número uno.
Claro que ante la nueva situación política las cosas deberán cambiar.
Desde el momento en que Lole Reutemann abandona la dirección del Peronismo Federal, y el Peronismo Federal no es mucho más que una dirección, el único candidato que movía el amperímetro electoral no sólo no será su candidato presidencial, tampoco se propone traccionar votos para una corriente cuya fragilidad –aun antes de estos episodios– era por demás evidente.
Si a esto se suma que Mauricio Macri no pasa exactamente por su mejor momento queda claro que nadie sabe si el Peronismo Federal llegará a las elecciones de 2011. Esto que es terrible para el doctor Duhalde, no lo es tanto para Héctor Magnetto. Salvo que opte por respaldar, con la furia incandescente que ya se le conoce, la candidatura de Ricardo Alfonsín. Pero si esto no sucediera, si parte del Peronismo Federal intentara volver al redil –lo que esta lejos de resultar imposible– y Clarín bajara los decibeles del enfrentamiento, sólo quedaría un punto a dirimir: la propiedad de Papel Prensa, ya que la irregular adopción de los hijos de la señora de Noble –una vez finalizados los trámites de filiación– sería fundamentalmente una cuestión personal entre Marcela y Felipe, por una parte, y Ernestina, por la otra.
No es nada fácil que el gobierno ceda en tan espinoso asunto, sobre todo, porque desde esa fábrica de papel para diario se regula indirectamente toda la actividad del sector. Pero si con criterio realista Magnetto se aviniera a aceptar el nuevo equilibrio entre política y acuerdos comerciales, si entendiera que conservar Papel Prensa no es posible, una línea de negociación se abriría paso.
Las empresas desideologizadas del presente no libran ad infinitum las batallas que no pueden ganar, y este es el caso. De modo que aceptar la nueva relación de fuerzas no tendría por qué suponer la desaparición del grupo, solo requeriría aceptar que el gobierno dispone del suficiente caudal político para salvar el diferendo a su favor. Y esa, hoy por hoy, es la verdad que consterna a la oposición; por eso, el debate parlamentario sobre el presupuesto 2011 es sobre todo una evaluación del rango de descomposición sistémica del denominado Grupo A.
Nos vemos,
Sobre textos de Alejandro Horowitz
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