La trampa
“Yo le pido a la gente que no baje la guardia porque el canallaje político de derecha nos va a querer golpear…” (Federico Luppi)La trampa está tendida, y es la de embarcar al propio gobierno en una política que revea sus pasos en pos de la “unidad nacional”. El Gobierno deberá enfrentar muchos de estos escollos de acá en adelante y deberá elegir si sus políticas seguirán en camino de transformar definitivamente el país o sucumbir a los cantos de sirena de los Judas de la política. Quizá por eso la Presidenta prefirió recibir los besos y el cariño de los ciudadanos antes que fingidos pésames.
Quienes pretenden marcarle la agenda política a la Presidenta no tienen en cuenta el surgimiento de un nuevo actor político, que no es nuevo pero siempre fue ninguneado: el pueblo. O la ciudadanía. O como quiera llamársele.
Sólo quienes desconfiaron siempre de la participación popular pueden creer que si la Presidenta se recuesta sobre los verdaderos beneficiados de su política puede caer en un “pavoroso aislamiento” o en una “perturbadora soledad”.
Cristina Fernández deberá refugiarse en el enorme poder que le dan sus representados, no sólo por aquello que le mencionó al periodista Horacio Verbitsky minutos después de despedir a Néstor Kirchner: “Viste, somos peronistas. Siempre andamos en medio del pueblo y el tumulto”. Sería un síntoma de poca inteligencia desdeñar la participación popular. La situación política actual indica justamente que la ciudadanía se ha transformado en un actor importante de la política. Al fin.
En una entrevista aún inédita, el economista Bernardo Kliksberg le señalaba a este periodista que “la sociedad tiene otro nivel de compromiso, que acota el margen de maniobra y de traición de los dirigentes. Recordemos que hace algunos años doce presidentes latinoamericanos no pudieron terminar su mandato, y no por golpes de Estado sino porque fueron echados por la movilización de la población, porque estaban traicionando el proyecto. Esto pasó en la Argentina, Ecuador, Bolivia, etcétera. Por eso, con una sociedad movilizada la esperanza es mayor. Lo que está buscando la ciudadanía son representantes políticos cada vez más genuinos”.
Ésa parece ser la tónica de los tiempos que corren. Y la Presidenta debe haber tomado nota de ese fenómeno. Es la hora de romper las estructuras que nos llevaron al desastre de los ’90 y su trágico epílogo, la crisis de 2001/2002. Cristina Fernández deberá sortear, para ello, las trampas que le tenderán aquellos que sólo persiguen una vuelta a su pasado de privilegios. Le espera un año difícil, en el cual, entre otras cosas, deberá decidir si va por la reelección o no. Pero si logra consolidar el modelo, poco importará si se presenta o no para ser reelegida, porque el verdadero guardián del modelo no estará en Olivos ni en la Casa de Gobierno, sino en las calles, en las fábricas, en los talleres, en en las escuelas. Y entonces, volver atrás ya no será posible.
Nos vemos,
Con textos de Rubén Pereyra, BAE
Comentarios
Saludos.