Débora Giorgi, lo que piensa

“No aceptaremos presiones que nos hagan abrir ingenuamente la economía”

Debora Giorgi conoce a la perfección la idiosincrasia del empresariado argentino. En cada una de sus palabras se percibe el discurso industrialista. Sin embargo, marca sus diferencias con aquellos hombres de negocios que reclaman un tipo de cambio más alto o se suman al discurso crítico que pide una mayor seguridad jurídica y que, sin decirlo, añoran la convertibilidad.

Algunas de sus definiciones:
−Apuntan (los programas de incentivos a la producción) a consolidar un crecimiento. Pero un crecimiento con desarrollo transformador, acumulación de capital, conocimiento, y capacidades para nuestros trabajadores. Estos programas buscan aprovechar este contexto internacional que nos es muy favorable. Nosotros pudimos atravesar la crisis del mundo desarrollado en forma privilegiada por el trabajo que hicimos desde el 2003 hasta la fecha.

−Néstor (sobre la normalización en el mercado internacional de crédito) no generó la deuda ni declaró el default. Hizo una reestructuración de la deuda con una quita del 75% para que pueda pagarse sin sacrificar el crecimiento ni los puestos de trabajo. Era necesario reabrir el canje para normalizar la deuda. Dejando a los fondos buitre arrinconados en su estrategia de carroña. Ahora, la Argentina verá el momento y la necesidad en la que quiera tomar deuda, o no. No regularizamos la deuda para salir a pedir más. Un Estado que se endeuda termina en la dependencia, bajo todo punto de vista. Primero de los que te prestan y después de los que quieren decirte qué hacer, como el FMI. Esto, además, abre oportunidades al sector privado de poder acceder a los mercados internacionales, pero no lo hacemos presionados por fondos. El superávit financiero se recuperó en junio, tenemos una recaudación récord y crecemos al 10%. Comprometimos $18 mil millones para favorecer a los 14 millones de argentinos que más lo necesitan. Lo hicimos con recursos genuinos. Es una redistribución de esa riqueza.

−El tipo de cambio no puede ser el único factor que se utilice para medir la competitividad. El tipo de cambio en la Argentina es perfectamente competitivo y lo muestran todas las series históricas. Ya sean de tipo de cambio multilateral o medido contra el dólar o el real. Analicemos las otras variables que hacen a la competitividad sistémica, es decir la que tiene la industria a partir de las políticas de gobierno. La inversión publica pasó del 0.7% del PBI y ahora es del 4,2%. Esto favorece la competitividad industrial porque permite un abaratamiento gradual de los costos, tanto en transporte como en energía. La energía tiene un costo para el industrial de entre un 30 y un 40% más barato comparado con el resto de América Latina. Tenemos una visión integral sobre la importancia de tener inversión pública para hacer competitiva a la industria.

−Los salarios no pueden ser un elemento de anticompetitividad. La Argentina tiene un participación de las exportaciones en la industria y en los servicios esenciales del 20 al 25 %, el 75% restante se dirige al mercado interno. Las buenas remuneraciones no solo mejoran la distribución del ingreso. Son pocos aquellos sectores que exportan el 90 o 95% de los productos. E incluso en esos casos, se trata de sectores donde la agregación de valor y de trabajo no es a la que aspiramos para darle la calidad de vida que queremos a 40 millones de argentinos. El salario es un componente que retroalimenta un mercado interno y que, por escala, te hace más competitivo.

−Los derechos de exportación son una de las herramientas de política económica que hacen eje en nuestro modelo nacional y popular con inclusión de producción y trabajo, porque desacopla el precio internacional al precio del mercado interno. Somos un país que come lo que exporta. Tenemos la suerte que somos 40 millones de argentinos y producimos alimentos para 400 millones.

−Las retenciones son diferenciales a lo largo de la cadena de valor. Un derecho de exportación mayor a aquel que exporta el producto sin agregación de valor. Por eso no me gusta llamarlo “retención”, sino “derecho”. Es el derecho de exportar algo que usó tierra, agua y recursos naturales que son renovables y pertenecen a todos los argentinos. Existe un retorno por la calidad del trabajo que generás y, además, para un segmento de exportación mucho menos volátil, no tan vinculado a los ciclos como puede resultar con los productos que son commodities. Tomemos el caso de la soja y el maíz, si este producto en lugar de exportarse, como hay que pagar ese impuesto, se destina a un criadero de cerdos pasa de generar un puesto de trabajo cada 200 hectáreas a 16 puestos. Si ese criadero termina en un producto que vaya a la mesa crea 24, es decir de 1 a 24. Los recursos naturales son del país y la presidente gobierna para todos los argentinos.

−No, (ante la presión de los capitales concentrados del agro por la quita de retenciones al trigo) de ninguna manera. El gobierno implementó la aplicación de compensaciones, es decir, se cobra el derecho de exportación para trigo y maíz, y según lo escuche al ministro Domínguez, en 30 días comienza la devolución de parte del derecho a la exportación teniendo en cuenta el tamaño de producción de los involucrados. Es devolución con dinero del Estado. No implica sacar el derecho de exportación.

−Un sector agroalimentario que agrega valor requiere de una industria de bienes de capital que fabrique esas máquinas para que la industria agroalimentaria argentina exporte productos de primer nivel. Por ejemplo, Italia se especializó en empaquetadoras, los Estados Unidos tiene las mejores maquinas para el procesamiento de la agricultura. Es la simbiosis y la sinergia de un sistema productivo integrado donde a la competitividad natural primaria se le va agregando valor y se genera una interacción (sobre el proceso de desarrollo de la agroindustria)

−Creo que es importante (la agroindustria) en este contexto internacional, pero no somos un gobierno de una apuesta sino de todas. Los coreanos empezaron copiando productos de los japoneses, y luego se transformaron, a través de esa industria electrónica, no solamente en proveedores de productos finales sino también de partes de electrónica, que exportan y de maquinarias para producir esas partes. Esto se llama “tecnological lader”, es como la tecnología va abriendo a nuevos sectores. Es muy difícil pensar en jugar un rol en el mundo que nos permita generar valor y tener los salarios que el pueblo argentino merece sino se tiene un aparato productivo entero, eficiente, interrelacionado y con una buena infraestructura. Eso es desarrollo, eso es transformar. Crecer por crecer, no.

−No hay gobierno que haya dado más seguridad jurídica en el verdadero sentido de la palabra. Dimos estabilidad macroeconómica y jamás aceptamos imposiciones que nos hicieran abrir la economía en forma ingenua.

−No sé qué reclama (Lorenzetti). Este es un gobierno que como ningún otro ha defendido la industria. La Argentina muestra indicadores de rentabilidad muy buenos. Mientras que el promedio por capital invertido en los ’90 era el 6% en el 2010 hay un nivel de retorno del 10%. Esto lo vemos con lo que recaudamos por el impuesto a las ganancias. Estamos contentos con que ganen, pero este es un gobierno de un Estado presente, y esto implica que el gobierno decide como direccionar la política para generar una distribución del ingreso equitativo, para que haya igualdad de oportunidades.

Nos vemos,



Fuente: Tiempo Argentino

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