Videla: crímenes Ideológicos


Con motivo de los recientes juicios contra el Tte. Gral. Jorge Rafael Videla por delitos de lesa humanidad, creemos oportuna la publicación de la entrevista que le realizó el periodista británico Christopher Hitchens al dictador argentino. Esta entrevista fue realizada en diciembre de 1977, en el marco de las crecientes denuncias por delitos contra los derechos humanos cometidos por la dictadura argentina, y fue publicada en Realidad Económica Nº 138.
por Christopher Hitchens*

En diciembre de 1977 estaba sentado en el sanctorium presidencial que habia sido ocupado tiempo atrás por Juan Perón, tratando de reprimir un profundo suspiro. Delante de mi estaba el general Jorge Rafael Videla, uno de los líderes de la Junta Militar argentina. Me estaba explicando alegremente por que tantos argentinos habían desaparecido durante su gobierno.

Usted sabe como es dijo. Inclusive en Estados Unidos los jóvenes escapan de sus casas o desaparecen sin dar explicaciones. Desgraciadamente ocurren accidentes fatales en las rutas. Por otra parte, hay que considerar las fuerzas de la subversión, el enemigo interno. Muchos jóvenes alocados se unieron a los guerrilleros montoneros; ahora están arrepentidos de lo que hicieron, pero les tienen demasiado miedo a los que fueron sus compañeros para salir a la superficie y tomar parte de una sociedad civilizada.

Se exagera mucho en esto de los desaparecidos, continuó. Ese asunto fue manipulado por los enemigos de Argentina, quienes intervenían activa e incesantemente en el tema a través de los medios de comunicación masivos.

En este punto decidí que no podría vivir conmigo mismo si no lo interrumpía: Puede haber fugitivos de la guerrilla, seguro que los hubo y que fueron guerrilleros. Pero veamos, por caso, el caso de Claudia Inés Grumberg, que era parapléjica. No podía haber sido motonera, ni mucho menos escapado. Además, la vieron por última vez en manos de la policía militar de Buenos Aires.

Cortésmente dijo el general En ese caso, habrá sido culpable de algún crimen ideológico. Debe haber sido muy obvio mi asombro, porque Videla agregó para ayudarme a comprender: Aquellos que ofenden la forma de vida occidental y cristiana son tan peligrosos como lo que arrojan bombas. En ese momento me di cuenta de algo que Jacobo Timerman había descubierto de la misma forma y de la misa gente: el apellido Grumberg no le proporcionó demasiada protección a mi amiga parapléjica.

Los que interrogaron a Timerman, le dijeron que Marx, Freud y Einstein eran la trinidad demoníaca. El primero por desafiar la propiedad privada; el segundo, por subvertir los valores familiares; el tercero por desordenar el cosmos. Esto fue enfatizado a Timerman con repetidas aplicaciones de picana eléctrica.

En la plaza de mayo, donde las madres de los desaparecidos realizaban su ronda semanal, se podían oir los más horrendos rumores acerca de prisiones secretas. Pero lo que circulaba con más visos de autoridad no tenía que ver con la tortura, ni con las violaciones, ni con los niños despachados al azar. Era el sobrevolar de las apaleadas y destrozadas víctimas pro encima del Atlántico Sur donde las tiraban, todavía viva, de los aviones. Este es un elemento que no ha sido suficientemente puntualizado, de clara connotación fascista.

Veo a Claudia atada con correas a su silla de ruedas, mientras un individuo sonriente y satisfecho abre la puerta del avión. Quizá le haga una reverencia, al mismo tiempo que hace una seña a su compañero: Asegurese el cinturón de seguridad, señorita, el aterrizaje puede ser borrascoso. Y después una gran carcajada mientras empuja la silla hacia abajo.

Las recientes revelaciones sobre los crímenes de la Junta Militar argentina no agregan absolutamente nada a lo que sabía. Tampoco las revelaciones en esa época cambiaron nada. William Casey y Jeane Kilpatrick eligieron a la Junta Militar para que entrenara y armara a los contras nicaragüenses. Alexander Haig trató de salvarla de Margaret Thatcher. Los intelectuales domados del régimen de Reagan (incluyendo ese interesante grupo de judíos que hacían de alcahuetes del fascismo) publicaron y distribuyeron material que exoneraba a los Videla, Violas y Galtieris. También lo hicieron Podhoretz, Peketz y Abrams.

Recuerdo haber oído a Irving Kristol, declarando que el relato de Timerman era un invento propagandístico.

Así fue como pasé unos segundos por el mundo que tragó a Jennifer Harbury, por coincidencia de la conversación con el general Videla y la mentira de los norteamericanos pagados para eso.

Aquellos que habían nutrido al torturador estaban aquí mismo, en casa. Eso lo reconoce el despreciable Warren Christopher en el cable que envión a Guatemala: Durante bastante tiempo, un procedimiento estándar era que los guerrilleros capturados fueran retenidos en bases del ejército y obligados a colaborar con los militares. En muchos de estos casos, se corría la voz de que se explotaba a los guerrilleros capturados por su valor de inteligencia y luego se los mataba.

Son eufemismos, como los que están detrás de la escuela del Ejército de los Estados Unidos para las Américas, en Fort Benning. Los generales Viola y Galtieri fueron a esa escuela. También se graduaron Roberto d'Aubuisson, Manuel Noriega y el coronel Julio Roberto Alpirez, que ejecutó al marido de Jennifer Harbury y antes de recibir una generosa recompensa de la CIA.

Fort Benning es un semillero de escuadrones de la muerte y de dictadores, sin ningún ocultamiento. Está allí expuesto abiertamente y utiliza fondos públicos. Su falta de disimulo pone de relieve la cobardía de Clinton y Christopher. en una conversación reciente con Allan Nairn, igual que en la entrevista en The New Yorker realizada el año pasado acerca de la masacre que perpetró Estados Unidos en El Mazote, El Salvador, el varias veces perjuro Elliot Abrams fue bien preciso: en cada caso, los asesinos actuaron con el conocimiento, la autorización y los fondos de Estados Unidos.

Los demócratas se atreven a recoger el desafío de Abrams. Cuando el congresista Robert Torricelli, héroe temporario de este último escándalo, quiso extender el embargo a Cuba, el entonces candidato Clinton lo apoyó desde la derecha en contra de George Busch y recibió una importante donación de los exiliados de Miami como parte del trato.

Ahora que Torricelli ha dicho la verdad acerca de Guatemala, el presidente encuentra que todo es muy complejo y oscuro. Su complicidad prueba que es Estados Unidos la que se ha transformado en una república bananera.

Nos vemos,




*
Publicado en The Nation (Minority Report, 24 de abril de 1995. El título en castellano CRIMENES IDEOLOGICOS es de RE). Reproducido con autorización de The Nation, New York. Traducción de Eleonora Dorfman

Comentarios

notifuego ha dicho que…
Interesante y puntual,sin embargo las escuelas de las américas,tenían un paralelo en Panamá,habría que preguntarse por que EE.UU invadió Panamá,sede de operaciones de la CIA para latinoamérica
Aúnasí cabezas como las de Videla existen en la Coalición Cívica y muy crispadas por cierto
Saludos