Macri, poco acostumbrado a perder

En un extenso y detallado escrito de 121 páginas los defensores de Mauricio Macri, Santiago Feder y Ricardo Rosental, intentaron desmontar las evidencias que tienen a su cliente procesado como miembro de una asociación ilícita.

El jefe de Gobierno tiene buenas razones para confiar en sus abogados: en la década del ’90, el mismo estudio lo defendió exitosamente cuando fue procesado por contrabando agravado, en el marco de una maniobra en la que las empresas del grupo Sevel habrían estafado al Estado argentino mediante la exportación al Uruguay de autopartes, para luego volverlas a importar.

Poco acostumbrado a perder, Macri ha desplegado en los últimos meses varias jugadas personales para despegar de la causa que lo tiene como principal protagonista: en febrero pasado, fingió un encuentro que no tuvo nada de casual con el juez Norberto Oyarbide en el sauna del Spa Colmegna. La intentona naufragó.

En marzo, volvió a la carga: su amigo y socio, el empresario Nicolás Caputo reclutó al ex juez Fernando Archimbal –uno de los principales operadores judiciales del menemismo y el delaruismo–, para que visitara a Oyarbide. El magistrado lo conminó a retirarse de su despacho. Ante esa sucesión de fracasos, desplegó el aparato de espionaje que dice no tener para identificar –sin éxito– a la persona que llamó a Burstein para alertarlo de que su teléfono estaba pinchado.

No es que desconfíe de sus abogados, pero en su fuero más íntimo, el jefe de Gobierno tiene cifradas todas sus esperanzas en que un sector del radicalismo le proporcione una tabla de salvación: contra todos los cálculos, el PRO consiguió un lugar en la Comisión de Seguimiento de los Organismos de Seguridad e Inteligencia del Congreso. La UCR le cedió uno de los dos lugares que corresponden a diputados de la oposición.

Tanta generosidad es conmovedora, más aún si se tiene en cuenta que el PRO designó a Silvia Majdalani, una peronista que reporta a Nicolás Caputo, el socio de Macri. También es amiga de Miguel Ángel Toma, pero su principal virtud es que tiene una relación estrechísima con Oyarbide, a tal punto que se negó a pedir el juicio político del magistrado.

Sólo hace tres años, Macri se presentó ante los porteños como una fuerza nueva. Una derecha moderna y audaz. Preocupada por lo social, por el espacio público. Sin los viejos estigmas de la derecha neoliberal, vinculada con la violencia y a la ilegalidad. Pero Macri mintió dos veces.

Mintió cuando se presentó como esa derecha nueva preocupada por lo social. Y mintió cuando se presentó como una fuerza innovadora desvinculada de la ilegalidad de los ’90. Porque Macri redujo significativamente las inversiones en salud, educación y vivienda en la ciudad. Permitió la repetida falta de insumos hospitalarios. Repuso prácticas represivas en el espacio público a través de la Unidad de Control del Espacio Público (UCEP), especializada en operativos nocturnos contra personas en situación de calle y en desalojos compulsivos en edificios ocupados por familias humildes. Avanzó en el cierre y desmantelamiento de una red de espacios culturales en los barrios, que crecieron amparados en una política de Estado sostenida por varios gobiernos a través de los años.

Y Macri mintió por segunda vez cuando se presentó como exponente de una nueva derecha en ruptura con la ilegalidad y las prácticas oscuras y clandestinas de los años ’90. La confirmación unánime del procesamiento por parte de los tres camaristas en el caso de las escuchas ilegales y la red de espionaje ya no dejan dudas. Macri es Macri. Es la continuidad sin fisuras de lo peor del neoliberalismo. Su intento discursivo de expresar el futuro ha terminado. Hay una nueva confirmación de que es el pasado con su rostro peligroso y salvaje de siempre.

¿Qué es conveniente hacer con el pasado en un país donde ese pasado ha causado tantos dolores, tanto retroceso y tanto pesar? Los dictadores y algunas figuras del neoliberalismo de los ’90 han sido y están siendo procesados por la Justicia en tiempo pasado. Varios años después de su desempeño en el Estado. En eso también hemos avanzado: Macri está siendo procesado en tiempo presente. Las fuerzas populares, progresistas y de izquierda de la ciudad de Buenos Aires debemos consensuar dos instancias de salida para Macri.

La primera, el apartamiento transitorio o definitivo de la Jefatura de Gobierno para que se concentre en defenderse ante la Justicia. Un procesado por prácticas ilegales y clandestinas que rememoran lo peor de nuestro pasado no debe seguir al frente del Gobierno de la Ciudad. Debe explicarle a la Justicia. Debe explicarle al electorado de la ciudad.

La segunda, prepararnos seriamente para, cualquiera sea la suerte de Macri, desalojar a este proyecto con prácticas represivas, clandestinas e ilegales de la conducción de la ciudad y de cualquier intento de inserción nacional. En el 2011 o cuando la crisis definitiva del macrismo así lo determine. Por ello, no hay tiempo que perder.

Tenemos la enorme responsabilidad de acelerar nuestras confluencias en un frente que reúna a todas las fuerzas que coinciden en desalojar a la derecha del Gobierno de la Ciudad y en llevar adelante un proyecto de ciudad popular, progresista y de izquierda. Macri es Macri. Y nosotros el futuro, si nos juntamos para producirlo.

Nos vemos, buen domingo con frío y lluvia!



Contribuciones: Walter Goobar, Carlos Heller

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