Cobos: a dos años de sus cinco minutos de fama
La etapa del 10 de marzo de 2008 al 25 de mayo de 2010 todavía debe ser desentrañada. A dos años del fin de la 125 sólo queda claro que el campo disparó un malhumor que supo marchar a contrapelo de la evolución de la economía. Y esto a pesar de la crisis internacional.
El 17 de julio de 2008 fue algo más que los cinco minutos de fama del dubitativo Julio Cobos. Fue el punto culminante del cambio de humor social que parió a la reagrupada derecha, hasta entonces en jardines de invierno desde la debacle de 2001 y, por qué no decirlo, contenta con el crecimiento económico de la era Kirchner. La movida se había disparado poco más de cuatro meses antes, el 10 de marzo, cuando el por entonces ministro de Economía Martín Lousteau anunció la Resolución 125 que establecía las retenciones móviles para las oleaginosas.
El campo no había menguado ni su expansión ni sus superganancias, los precios de las commodities estaban en plena burbuja. Sólo los economistas y los más informados sabían que algo olía mal en Wall Street. Pero la crisis no había llegado. La ecuación se mantenía simple: China e India llevaban años creciendo a tasas explosivas. Nadie hablaba de los Piigs sino de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China). Los términos del intercambio eran superfavorables para los países exportadores de alimentos. Este fue el “viento de cola” que empujó a América latina, no sólo a Argentina, que, sin embargo, supo trimar mejor las velas con una política económica que maximizó las corrientes favorables. El resultado fue crecimiento con desendeudamiento y acumulación de reservas internacionales.
Pero en 2008 todo sucedió muy rápido. Desde lo estrictamente económico nadie supo muy bien qué pasó. De pronto y sin mediaciones, el humor social había cambiado radicalmente. Los ciudadanos de a pie no salían de su asombro. “Pero si todo iba bien, ¿qué pasó”, se preguntaban. Desde la city, con excitación recuperada, hasta llegó a agitarse un nuevo corralito.
Para los analistas era difícil comprender tanta furia desde los sectores más privilegiados de la sociedad. En concreto, la crisis estadounidense de fines de 2008 y el fin de la burbuja de las commodities estaban todavía en el futuro. Mucho menos podía preverse la sequía de 2009 y el consecuente derrumbe de la cosecha del año pasado, un castigo a la codicia que rememoró las plagas de Egipto.
Cumplidos dos años de los cinco minutos de fama de Julio Cobos, sólo puede decirse que la etapa oscura terminó. Fue exactamente el 25 de mayo de 2010, cuando la población le mostró a la clase política que estaba harta de su rictus permanente. El 25 de mayo nació otro país, quizá, y a riesgo de derivar, el país que dio lugar a la avanzada de derechos civiles que el pasado miércoles provocó, en la sociedad civil interesada por la cosa pública, la segunda gran trasnochada política del siglo.
Regresando a la escisión entre economía real y humor social que, según los gustos es vulgarmente atribuida al estilo de gobierno o a la ambición de los multimedios en su lucha contra el primero, vale la pena rescatar una investigación de la consultora de mercado CCR que grafica, mejor que los indicadores económicos tradicionales, el humor social. En un relevamiento de expectativas de mercado, CCR indagó cómo percibía la población la situación económica del país. En 2007 el 35% contestaba que era “mala o muy mala”, en 2008 este porcentaje había crecido al 50% y en 2009 al 55%. Acto seguido, CCR indagó a los mismos grupos objetivo cómo evaluaban la situación económica actual de su hogar, es decir la situación propia. Las respuestas resultan sorprendentes: En 2007 sólo el 10% contestó que la propia situación era “mala o muy mala”, en 2008, el 14% y en noviembre 2009, el 11%. En tanto, el 44% en 2007, el 40% en 2008 y el 43% en 2009 contestaron que era “buena o muy buena”. El resultado es impactante: a la gente le va muy bien y al país muy mal.
¿Tendrá esta contradicción relación con la movida desatada por el poder del bloque agromediático? Quizá el Bicentenario haya mostrado que el grueso de la población ya descubrió el truco, pero se necesitaron dos años.
Nos vemos,
Fuente
Comentarios