La hora del fraude

Lloyd Balnkfein, presidente de Goldman Sachs,

Leemos Imaginemos un río en el que una empresa vierte sus desechos más tóxicos. Y que luego otra empresa embotella el agua y la vende como buena. Algo así pasó en el negocio hipotecario, epicentro de la mayor crisis desde la Gran Depresión. Los contaminadores fueron firmas como Countrywide, que daba créditos a gente insolvente. Bancos de inversión como Goldman Sachs empaquetaron esos préstamos envenenados y esparcieron el riesgo sacándolos al mercado. El sello de calidad al producto defectuoso lo pusieron las agencias de rating, como Standard & Poor's y Moody's.

Por cuestiones de fraude, Obama apunta contra el poder financiero. En este tema, Goldman puede convertirse en un caso emblemático dice en su artículo Rafael Bielsa.

La Fiscalía federal de Nueva York está investigando si Goldman Sachs o alguno de sus empleados cometieron fraude de valores en relación con la comercialización de instrumentos financieros vinculados a hipotecas, según informó hoy el diario The Wall Street Journal. En su página web, el diario neoyorquino citó como fuente a personas que están al corriente de la investigación y detalló que ésta se encuentra en una fase muy inicial y que sus responsables aún no han decidido si presentarán cargos contra "la firma más poderosa de Wall Street".

Esta noticia se difunde un día después de que directivos de la entidad financiera prestaran declaración ante un comité del Senado estadounidense para dar explicaciones sobre esas mismas transacciones y aclarar el papel de esta entidad en la crisis financiera de 2008.

El pasado 16 de abril, la Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos (SEC, por su sigla en inglés) presentó una demanda civil contra la entidad financiera, en la que aseguraba que ésta engañó a sus clientes vendiéndoles títulos de hipotecas que la firma sabía que eran de alto riesgo y podían caer en impagos.

Goldman Sachs ha suscitado críticas y acusaciones sobre sus prácticas, entre otras cosas porque en medio de la peor crisis financiera desde la Gran Depresión de los años treinta en Estados Unidos logró jugosas ganancias en el sector inmobiliario. En todo momento, Goldman ha mantenido que actuó correctamente y ha negado que las acusaciones de la SEC sean ciertas.

Últimamente varios países han iniciado una campaña para prevenir nuevos eventos fraudulentos como los de inicios de década, y requieren a las empresas un informe sobre la adecuación y eficacia de su sistema de Control Interno.

Sin embargo más y más regulaciones parecen no frenar la creciente ola de fraudes. Tal es la situación que una coalición de abogados, que representan a unas 10.000 víctimas de Madoff de todo el mundo, ha sugerido la creación de una corte internacional que entienda en cuestiones de fraudes internacionales.

Dentro de las compañías el panorama no es más alentador. La realidad económica hace que existan mayores incentivos para cometer fraudes, lo que se traduce en que éste, de acuerdo a lo esperado, aumente. Por ejemplo en el Reino Unido, el primer semestre del 2008 reportó pérdidas por fraudes por USD 1.200 millones, mientras que el mismo periodo del 2009 reflejaba USD 1.600 millones, esto es, un incremento de más de 30%.

Según cifras de la ACFE, en USA se pierden al año unos USD 600.000 millones. En cuestiones de investigación, la SEC, en el primer semestre del año inició 224 pedidos formales de investigación, comparado con los 93 del mismo período del año pasado.

Aun con estos datos, es difícil establecer cifras globales pues son pocos los países que llevan registros confiables sobre este problema. Existen organismos que miden los niveles de transparencia en los negocios, como por ejemplo, Transparency International, que en su informe del 2008 indicaba que Dinamarca, Nueva Zelanda y Suecia compartían la mejor puntuación y al final de la lista se ubicaba Somalia. A nivel regional, Colombia y Chile superan apenas la media de 5 puntos sobre 10, estando el resto muy por debajo de este parámetro.

En Argentina, dependiendo de la encuesta que se lea, podremos situar el daño por fraude en $ 15.000 millones o $30.000 millones y lo habrían sufrido entre el 20% o el 80% de las empresas de nuestro país ¿Por qué semejante disparidad? Un dato aportado hace unos 4 años por la AFIP puede arrojar un poco de luz: una encuesta daba cuenta de que el 85% de los empresarios locales consideraba que el fraude era un problema significativo para las empresas en general, pero sólo el 32% reconocía que era un dolor de cabeza en sus propias organizaciones. En cuanto a la práctica fraudulenta más común, el robo de información se ubica al tope del cuadro, seguido por la sustracción de activos y la connivencia entre empleados y proveedores. Aquí el nivel de prevención es bajo y cuando se descubre son escasas las investigaciones y menos aun las que finalicen en causas judiciales, pues no está difundida la conciencia de que el fraude resulta muy caro a la empresa.

Si sumamos regulaciones no aplicadas, responsabilidades de prevención y control no asumidas y defraudadores cada vez más osados obtenemos una combinación peligrosa para los negocios en nuestro país. Al comparar los niveles de pérdida con los márgenes de ganancia, entenderemos que prevenir y combatir el fraude debería estar fuera de toda discusión.

Nos vemos, buen domingo



Fuentes: PuntoBiz, El País

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