Bicentenario: movamos el tiempo

En las últimas semanas los medios opositores y algunos de sus periodistas más notables, instalaron en la agenda mediática su preocupación sobre un tema que denominaron la “creciente crispación social”.

Acostumbrados por décadas a bailar melodías del consenso neoliberal, en épocas donde todo se resolvía sin mayores confrontaciones en una suerte de pacto democrático que dejaba afuera del modelo económico a amplios sectores de la población, no pocos sectores de la política y los medios de comunicación han expresado su malestar ante la actual coyuntura.

Quizás sea necesario bucear por el pasado reciente de las décadas pos-dictaduras, y los límites innombrados de la democracia desde 1983 hasta hace muy poco tiempo, para entender la incomodidad de algunos actores de la comunicación, ante las turbulencias discursivas, las polémicas apasionadas a propósito de la ley de medios, los modales y las formas del Gobierno y lo que se denomina con preocupación “el clima de crispación” –denunciado por las huestes antigubernamentales–, ocultando lo que hay detrás, de lo anecdótico, una verdadera puja entre dos modelos contrapuestos de país.

Las asignaturas pendientes de cara a las necesidades de importantes sectores de la sociedad, son aun tan numerosas como los logros en los últimos siete años.

Aún hoy con una marcada disminución de la desocupación y la baja sustancial de la indigencia poscrisis del 2001, la pobreza extrema atraviesa la cotidianeidad de tres de cada diez argentinos. La situación de los ocupados si bien fue mejorando paulatinamente en el devenir de los últimos años –con la institucionalización de las convenciones colectivas y la recomposición salarial vía paritarias–, el salario promedio de los trabajadores apenas permite llegar a fin de mes.

Estas deudas, herencia de décadas de inequidad estructural, atraviesan dimensiones básicas de los derechos humanos de la porción más vulnerable de la ciudadanía. El déficit en materia habitacional, la crisis del sistema de salud, y la decadencia del modelo educativo, son prioridades que aún este Gobierno no ha podido resolver tras cuarenta años de abandono. Estas y no otras son las preocupaciones que tendrían que estar permanentemente en la agenda de los medios. En concreto, la distancia entre la agenda social y la periodística es la que explica la urgente necesidad de implementación de la ley de medios, hoy judicializada por un sector del establishment y la oposición político-mediática.

Si sinceráramos las razones de la llamada crispación mediática, podríamos acordar más allá de las distintas posiciones que se sostengan, en el campo ideológico y político, que en toda sociedad donde se planteen cambios a un modelo cristalizado por décadas, es casi natural y del orden de lo previsible, la exacerbación de posiciones discursivas.

En un país donde el poder real fue capaz de dar luz verde a las fuerzas armadas para implementar uno de los exterminios más terribles de la historia moderna, con secuestros masivos a la disidencia política y métodos de tortura sistemática, con la apropiación de centenares de sus descendientes, negándoles al día de hoy su propia identidad, es casi una falta de respeto a la memoria social, al recuerdo de esos luchadores y a la inteligencia de los argentinos, poder encontrar una mínima analogía entre el accionar de este Gobierno y la dictadura de 1976.

La libertad de expresión en la actualidad en nuestro país, goza de buena salud, mal que le pese a la SIP, a tal punto que una de las leyes mordaza del menemato fue derogada hace tan solo semanas: la ley de calumnias e injurias que hizo asistir a Tribunales a decenas de periodistas en la década de los ’90 fue sacada de circulación por este Gobierno. El tenor de las críticas en los medios hacia el investidura presidencial e innumerables funcionarios, son prueba cotidiana de esta afirmación.

Será bueno que a propósito del Bicentenario, nos vayamos acostumbrando a bailar ritmos más jugados que los del consenso neoliberal, de la descafeinada democracia de los escribas de los poderosos . Y nos preocupemos de construir una agenda más cercana a la vida y penurias de la gente.

A propósito del Bicentenario, movamos el tiempo.

Nos vemos,


Sobre ideas de Jorge Muracciole

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