Macri, tiene fecha de vencimiento


El discurso de la derecha en la posmodernidad se ha caracterizado por la inconsistente negación de las ideologías, mientras en paralelo instauraban la dictadura del pensamiento único en la esfera de la economía, la atomización en lo social y el individualismo como cultura dominante. Esta forma descafeinada de presentar la realidad ha tenido sus representantes en las más diversas latitudes del planeta. La Argentina no está ajena a esta tendencia en el marketing político contemporáneo. La década de los ’90 nos parió en el subcontinente americano ejemplos paradigmáticos: Collor de Mello en Brasil, Fujimori en Perú o nuestro inefable Carlos, son los ejemplos más significativos.

Estos liderazgos propios del capitalismo de consumo, emergieron ante la crisis de la política, y su incapacidad para resolver desde el ámbito de lo público las necesidades insatisfechas de las grandes mayorías populares y la tardía respuesta de la sociedad civil al complejo entramado económico-político y cultural instalado con la globalización.

Así fue como el escepticismo social, ante la corrupción emanada de los órganos de poder económico en complicidad con la esfera política, hizo que la sociedad civil quedara inerte e indefensa ante el cataclismo social de la crisis del modelo de desarrollo que duró de la posguerra hasta mediados de los años ’70.

Como afirman los clásicos en ciencias sociales, “en la naturaleza como en la política los espacios vacantes siempre son ocupados”. Cuando la política se quedó sin paradigmas, la gestión tecnocrática y desideologizada copó la parada. El lema de “Una Argentina atendida por sus propios dueños” no es una frase caprichosa. Con la crisis del 2001 y el descrédito de las políticas de ajuste, paradójicamente en paralelo con las respuestas de los novedosos movimientos sociales –como las organizaciones de trabajadores desocupados, asambleas barriales, y movimiento de empresas recuperadas–, surgen de la nueva política light personajes ajenos al mundo de la política tradicional, revueltos en el entramado de la farándula, la empresa privada y el más popular de los deportes.

Comienzan a ocupar un lugar creciente en los medios de comunicación y a constituirse en paradigmas del éxito. Es el caso del hijo del empresario automotor de mayor notoriedad de la década de los ’90, Mauricio Macri, quien abrazado a los logros intercontinentales del Boca de Bianchi se instala en un escenario trabajosamente construido, por el descrédito de lo colectivo, y la recurrente y sistemática operatoria de la naturalización mediática.

Así el lugar de los que no viven de la política fue ocupado por hijos de empresarios exitosos, ingenieros sin currícula, o herederos de empresas en liquidación. El precario argumento del éxito deportivo, la gestión ordenada del más popular de los clubes del fútbol argentino y un discurso despolitizadamente seductor, fueron las cartas de presentación del nuevo producto político mediático llamado Mauricio Macri.

La híper publicitada “nueva política”, se encarnó en la sigla de PRO, aunque con el tiempo y un par de años de mandato en la geografía de la Ciudad de Buenos Aires las pro-mesas de la eficiencia y una ciudad top –a la altura de las grandes capitales del mundo desarrollado– quedaron olvidadas en los eslóganes de campaña. El sonriente estandarte de la “nueva política” no pudo cumplir con los objetivos de campaña, ni mínimamente con la ampliación en tiempo y forma de la envejecida red de subterráneos a la cual se comprometió. La eficiencia como lema proselitista se fue desdibujando en dos años de gobierno signados por incumplimientos en las promesas de campaña y el creciente déficit en áreas socialmente estratégicas. La falta de presupuesto educativo, el vaciamiento hospitalario, la conflictividad laboral, el déficit habitacional, son tan sólo los puntos más relevantes de una gestión a todas luces insatisfactoria.

Pero lo que más rompedero de cabeza le ha traído de un año a esta parte al ingeniero Macri ha sido la puesta en marcha del principal eje de su campaña, la creación de una fuerza de policía metropolitana que dé respuesta a la demanda de seguridad instalada desde hace años en la ciudadanía.

Desde la decisión política del jefe de Gobierno de encomendar al cuestionado comisario Jorge “Fino” Palacios como mandamás de la nueva fuerza policial, y el posterior affaire de las escuchas ilegales implementadas por Ciro James y solicitadas por el hombre de confianza del ingeniero Macri, –el comisario Jorge Palacios hoy detenido en el penal de Marcos Paz, junto a su socio–, el escándalo político fue increscendo. No sólo se profundizó judicialmente sobre los niveles de culpabilidad del “policía más condecorado de los últimos años” –según palabras del jefe de la comuna–, sino que el negocio ilegal de escuchas de los sabuesos políticamente elegidos por Macri ha derivado en la citación a indagatoria al jefe de Gobierno porteño, al ministro Montenegro y al ex ministro Narodowski.

Según las informaciones que han tomado estado público en los últimos días, la citación del juez Oyarbide a Mauricio Macri se centra en las escuchas realizadas a su cuñado Daniel Leonardo y a Sergio Burstein, familiar de las víctimas de la AMIA. Lo que ha llevado al juez de la causa al pedido de indagatoria del máximo representante de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es que se haya descubierto que entre la decena de personas a las que se les realizaban escuchas telefónicas se encontrara el mismísimo cuñado del jefe de Gobierno, Daniel Leonardo –centro de una disputa familiar, según fuentes de la causa–.

Partiendo de la hipótesis de que el ex jefe de la nueva policía Jorge Palacios, por el vínculo personal con el ingeniero Macri de ninguna manera realizaría una escucha telefónica de un familiar sin el visto bueno del mismo. Y el agravante de que Ciro James activaba su celular en la zona donde vive el jefe de Gobierno, casi sistemáticamente después de retirar grabaciones de su cuñado, trajo aparejado, con el descubrimiento de las escuchas de James que se transformara ese hecho en un escándalo de magnitud institucional, donde paradójicamente los más conspicuos representantes de la autodenominada “nueva política”, comprometidos en la cruzada contra la inseguridad ciudadana, terminen su vertiginosa carrera política –gestada durante años, en el entrecruzamiento del marketing político y el reforzamiento mediático–, en un posible juicio político por haber vulnerado derechos elementales de la ciudadanía, cumpliendo con la máxima de la sociedad de consumo, que todo producto lanzado al mercado tiene inexorablemente su fecha de vencimiento.

Nos vemos


Con aportes de Jorge Muracciole

Comentarios

Lisandro Capdevila ha dicho que…
Gran mal le hace la lógica empresarial a la política. Especialistas en vaya uno a saber qué. ¿Por qué un empresario cree que puede saber algo sobre políticas publicas? Ah si, el voto popular y el espejo. Macri está preocupado por boquita y no por la que se le viene. Esa si que le creo.