Odio y dinámica política


Hay muchos modos de contar la relación política entre Néstor Kirchner y Carlos Saúl Menem, pero hay uno que resulta particularmente esquizofrénico. En esta última versión –alentada por Eduardo Duhalde– el faltazo de Menem al cónclave senatorial sólo puede ser parte de una estratagema pactada con el oficialismo. No cabe ninguna duda de que la animosidad de Duhalde contra ambos está en el tope de lo imaginable, y que esa animosidad tiene algún papel en la construcción de su línea argumental. Sin embargo, este abordaje deja al descubierto la naturaleza del acuerdo opositor: todos son mejores que el oficialismo, y oponerse sin más sirve para adecentar a cualquiera, incluso a Menem. Y si De la Rúa sirviera, bienvenido.

Desde esta perspectiva la historia colectiva resulta imposible de explicar, el estallido del 2001 no debiera haber sucedido, y tampoco se puede entender cómo un gobernador patagónico arribó a la Casa Rosada en el 2003, y su mujer revalidó esas credenciales en el 2007. Sin embargo, semejantes dificultades argumentales no le quitan el sueño a casi nadie, y lo que es muchísimo más grave: tienen sobrados motivos para despreocuparse, ya esa clase de contradicciones no calan en el odio con que la compacta mayoría premia al gobierno.

Volvamos al comienzo. Menem hace un rato largo que terminó siendo una especie de oxímoron de la política nacional; el “roban pero hacen” con que la sociedad valoró ese época era su bandera. De algún modo diferenciaba a los que “roban pero no hacen”, o mejor aún, a los que “ni roban ni hacen”. El problema no fue la decencia, que llegó a ser sinónimo de cortedad personal, sino la eficacia. Y si con De la Rúa el valor decencia pareció significar algo, la crisis de la Banelco sólo supuso la renuncia de Chacho Álvarez en medio de una notable pasividad social. Y aun así, sigue siendo la principal acusación contra la gestión K.

En general, el odio suele ser un material altamente inflamable, pero poco apto para construcciones más duraderas. Lo más interesante de un sentimiento tan intenso suele pasar por los motivos que lo gatillan. Motivos que suelen ser bastante menos explícitos que el odio que nadie se cuida de ocultar. Casi es de buen tono odiar al gobierno, al menos en el sector que imprime su cloacal punto de vista en las páginas interactivas de los diarios.

Pero la pregunta que requiere cierta respuesta es ésta: ¿qué motiva un odio tan compacto? Suponer que todos odian por idénticas causas constituye una cómoda simplificación sociológica. Al tiempo que no se nos escapa que no pueden no existir motivos concurrentes; de lo contrario la posibilidad de conectar los diversos odios entre sí carecería de elemento precipitante. Para los defensores del gobierno el odio pasa, fundamentalmente, por la política de derechos humanos. Desde esa trinchera razonan así: son las virtudes del gobierno las que lanzan a una multitud clasemediera –fogoneada por TN– a la diatriba permanente.

Los juicios al comisario Echecolatz y al curita Von Wernich transcurrieron durante la gestión de Néstor Kirchner. Aun así, la imagen positiva del entonces presidente no sufrió mengua alguna. Una mirada más atenta permite fechar el viraje decisivo durante el mandato de Cristina Fernández. Si bien el grado de hostilidad mediático fue casi instantáneo, reducir una cosa a la otra suele ser un error. Diría que el parteaguas fue la resolución 125; desde el momento que su aplicación fue puesta en entredicho por la movilización campera, el humor de los habitantes urbanos cambió violentamente: ¿por que? La sociedad argentina detesta el conflicto. El motivo es simple, para los sectores populares el conflicto es sinónimo de derrota, y la derrota está asociada a la desaparición, la tortura y la muerte. Entonces, para evitar la muerte hay que evitar la derrota, y si esquivamos el conflicto, la derrota –como resultado lógico– se elude.

La 125 restableció un nivel de conflictividad desconocido desde 1983. Era la primera vez que un quantum de las ganancias extraordinarias pasaba por el cedazo de los impuestos. Pues bien, ese conflicto arrojó un vencedor nítido, y una sociedad obligada a recordar lo que motu proprio prefiere olvidar, comprobó una vez más que conflicto y derrota marchan de la mano. Entonces, sin pensarlo demasiado responsabilizó al Poder Ejecutivo.

En sus cabezas el gobierno intentó lo que no se puede, o en todo caso lo que este gobierno no puede, y al hacerlo puso en peligro condiciones de existencia trabajosamente conseguidas; el miedo cerril que volvieron a sentir, ante la amenaza campera y su contrapartida de indefensión urbana, se trocó en odio. Y de ese viscoso material se nutre desde entonces la dinámica política.

Nos vemos



Sobre textos de Alejandro Horowicz

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Es interesante el post (el blog en general, lo es). Pero habría que ir afinando un poco.
Las causas del odio de la oposición pueden ser distintas a las causas del odio de ciertos sectores de la población.
Y es difícil de determinar también. Pero creo que hay muchas variables en juego. En mi experiencia de sala de espera y de parada del colectivo, aparentemente hay un elemento importante en el "ethos" (como en la retórica aristotélica) de la presidenta. Podrías hacer la prueba preguntándole a gente al azar: entre los calificativos negativos que se asocian a la presidenta aparece bastante el que es "soberbia". Si preguntas como se dan cuenta te dicen que "niega la realidad", "no hace nada", "habla de cosas que no sabe".
Si bien siempre se puede argumentar que las razones expresadas son solo un detalle de un cuadro mas grande, creo que es importante, hay que prestarle atención. Después de todo, en el gobierno de NK vimos bastante conflictividad: DElia en cargos de gobierno, la reforma del consejo de la magistratura, el enfrentamiento de piqueteros aliados del gobierno a empresas (coto, shell, etc.)...
Escuche a varios politólogos y comunicólogos (y bloggers) argumentar en un sentido parecido.
Es solo una opinión, una hipótesis, pero me parece que no habría que descartarla. Saludos.
Néstor Dulce ha dicho que…
El miércoles nos jugamos una parada difícil en el Senado. Para tener idea de lo que puede suceder, leer la biografía de los gorilas en
www.kikitodulce.blogspot.com
Abel B. ha dicho que…
Filómata:
Hacía un tiempo que no visitaba su blog (al igual que tantos otros... No tengo tiempo para surfear la blogosfera como me gustaría) Y en estos días, por casualidad, me dí cuenta que me estoy perdiendo bastante.
Leí su post sobre Mujica y no pude menos que discutirlo (y estoy pensando en tomar ese debate para mi blog).
Y en estos dos últimos posts suyos encuentro enfoques muy ricos. No estoy de acuerdo por completo con ninguno de los dos, pero lo felicito por el coraje para plantear dos tesis tan "políticamente incorrectas" para la hinchada K, y hasta para las hinchadas nac&pop, de las que la K es una.

En este, hay una percepción suya que me parece muy aguda: la bronca contra los K que se encuentra en la cola del supermercado o en la charla casual no tiene nada que ver con la Oposición política, o la de los grupos económicos hostiles (aunque éstos, por supuesto, la aprovechen).
Ahora, no creo que el temor al conflicto (=derrota) sea LA explicación. Puede ser una, pero también el conflicto se ha usado siempre en política para sumar voluntades. Lo que observa Quijanog me parece válido; En una sociedad machista, una mujer - que siempre esté bajando línea, en un tono de maestra ciruela - es vulnerable. Si se agrega que en la psiquis humana todavía está, profundo, es símbolo del Rey (o Reina) del Grano, que reúne el amor y el mana de su pueblo al comienzo, y luego junta sus frustraciones y es sacrificado para que surja un nuevo rey...
Es antropología-ficción por supuesto. Pero considere; Alfonsín y Menem también fueron "ídolos" al comienzo de sus mandatos, y terminaron execrados por grandes mayorías. No es LA explicación de la trayectoria K, claro, pero creo que echa luz sobre la política argentina.

En cuanto al post anterior: No creo que los peronistas nostálgicos de Menem expresen a un sector dinámico de la sociedad, ni pienso que Ud. lo crea. Pero es cierto que el peronismo actualmente no tiene un proyecto que atraiga a los sectores dinámicos que existen.

Un abrazo
Claudio Casco ha dicho que…
Haré un poco de historia, Cristina era un gran signo de interrogación para propios y extraños. Tuvo un momento de handicap como todos los presidentes. Recuerdo que su primer discurso ante la asamblea legislativa llamó la atención (al menos para mi) que no leyera, ni siquiera tenía una apunte sobre el atril. La ejecución de las políticas públicas era una continuidad de NK: mismos planes, mismos ejecutores.

El humor de los sectores opositores, liberales, peronistas que quedaron fuera, que venían con un enojo hacia NK redoblaron la apuesta y la virulencia de los ataques -voy a utilizar un término que Abel conoce bien- enanacados en el desacierto de la R 125. Fue el punto de inflexión.

Recordemos que salieron todos los sectores reaccionarios a montar un escenario mefistofélico, casi apocalíptico. Virulencia en la tv y verborragia afinada hicieron lo demás.

Las apariciones públicas de CFK se hicieron más frecuentes y acá creo -como dice Quijanog- que se destaca una arista que los demás consideran vanidosa, también como dice Abel, cierto tono de maestra ciruela que molesta.

Así estamos hoy, hablando de gobernabilidad y hablando también de candidatos en un adelanto de tiempos que no tiene -para mi- razón de ser; a no ser que sea cierto aquello de muerto el rey...

Abel, la modestia pretensión del blog es aportar con los escritos -sobre el trabajo intelectual de otros- marcar un espacio de reflexión dentro de la militancia peronista. Días pasados el maestro Walter Bezusso trajo del recuerdo reflexiones de Cooke resaltando el grado de compromiso de los compañeros sobre la base de la no obsecuencia. El obsecuente no razona y si no lo hace, no propone.

La experiencia recogida en años de trabajo público me enseñó que a veces -por no decir siempre- somos peritos en el despoder (escribí algo al respecto) y allí creo que en vez de ser inclusivos en el trabajo de ampliación de las bases de consenso, somos todo lo contrario.

Por eso,la amplitud de criterios y estrategias, será base solida para proteger a nuestro gobierno. Precisamente, muchos blogueros peronistas y otros aunque no lo sean pero estan identificados con el modelo nac&pop, son críticos del gobierno por la sencilla razón que se vive, se palpa el humor de la sociedad y no desea retroceder 20 años como lo proponen los peronistas liberales que reivindican a Menem-Cavallo.

No es precisamente mi vereda.

Un abrazo.