Que quedó de la vieja izquierda
Cuando el Presidente del Uruguay, José Mujica, convocó a un nutrido grupo de empresarios a una reunión en Punta del Este la sorpresa fue hacia ambos lados del arco político. Gratas para un sector, naturalmente amigable de la democracia, la libertad y el capitalismo, y supongo, aunque todavía no han hablado, poco amigables para el arco progresista y enemigos del capitalismo.
Lógicas reacciones cuando se escucha de boca de un ex guerrillero plantear las necesidades que tiene el Uruguay de recibir inversión extranjera capaz de generar riqueza y garantizarles, al mismo tiempo, a los empresarios que allí no serán expropiados. Desde el lugar que se lo mire la alocución de Mujica habla de una izquierda que nuestro país no conoce. Su discurso no fue de fractura y confrontación. Reivindicó a su patria porque todavía pueden caminar por las calles sin ser agredidos ex presidentes y funcionarios. Raro para una vertiente del pensamiento que hace de la lucha de clases y la violencia las parteras de la historia.
Frente a la irrupción de Mujica ya no quedan dudas que en América latina el progresismo está partido o dicho de otra manera tiene dos visiones de la realidad mundial. Por un lado un sector de izquierda que denominaré vieja izquierda aliados a un nacionalismo rancio y arcaico son proveedores de un discurso anti mundialización. Festejan todo aquello que interrumpa los flujos comerciales, financieros e industriales atacando a los organismos mundiales que pueden facilitar el libre funcionamiento de la economía mundial como la OMC, el FMI, la ronda de Doha, el Banco Mundial, etc. La crisis capitalista del 2008/09 la observan como un final de época y el renacer del intervencionismo estatal. Auguran un retorno al proteccionismo, que por otro lado desean. Con mercados nacionales autárquicos semejantes al de la década del 30’ -época en la cual forjaron su bagaje teórico- volverían a empezar. La pereza intelectual es la madre de los más grandes errores teóricos. Creen en valores como el antiimperialismo al que asocian con el anti norteamericanismo y la antiglobalización. Dan por cierta la revolución que se avecina. Estas visiones se han hecho fuertes en Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Bolivia, Cuba y la Argentina. Son coincidentes con cierto nacionalismo de extrema derecha de Europa que ve con temor como las pequeñas y antiguas naciones del viejo continente se disuelven en la Unión.
Creen aún en la sustitución de importaciones alejada de las grandes corrientes del capitalismo internacional. Su imaginario se apoya en la consolidación de una nación como lo hizo en su momento Alemania o los EE.UU.: expansión del mercado interno recortado de la economía mundial. Friederich List y Karl Marx son sus autores favoritos o quienes mejor iluminan el derrotero a seguir.
La otra visión más moderna, podríamos denominarla nueva izquierda, asume como una realidad ineludible el proceso de globalización. No están en una postura antimundialización sino que pretenden aprovechar las oportunidades que brinda un capitalismo triunfante y al parecer arrollador. Para ellos ya no hay revolución. Ese ciclo está terminado. Aspiran a encontrar ventajas para su país y los sectores sociales más postergados de su patria en la economía mundial asumiendo riesgos y ventajas. Los más claros ejemplos son Chile y Brasil. Lula en el medio de la crisis mundial del año pasado alertó sobre la torpeza de caer en el viejo proteccionismo aislacionista de antaño preocupado por ciertos movimientos que observó en algunas naciones europeas. Es que la economía de su país creció aceptando la mundialización como una posibilidad cierta. Chile y China del mismo modo. Y ahora irrumpe Uruguay. Su punto de discusión con otras vertientes políticas pro-mundialización (denominadas incorrectamente de derecha) es su crítica al neoliberalismo al que acusan de ser la ideología de la globalización. Su antiliberalismo persigue el afán de construir un relato “popular” al servicio de los marginados del mundo dotando al movimiento global de un nuevo discurso.
¿Porque una izquierda piensa de una forma y la otra de manera distinta? ¿Qué las separa y cuando comenzó la diáspora? Evidentemente han procesado de manera diferente los acontecimientos de 1989, esto es aquellas jornadas que marcaron el triunfo del capitalismo por un lado y el final de la guerra fría por otro.
Una dirigente de izquierda uruguaya, casualmente, la mujer de Mujica, Lucía Topolansky, afirmaba el primero de diciembre del 2009 por radio Mitre:
“Por aquellos años (los 60’) la Unión Soviética iluminaba el horizonte de lo probable y todos creíamos en aquella posibilidad y mucho más frente al triunfo de la revolución cubana. Pero la caída de la Unión Soviética modificó todo. No es que la lucha por la justicia y la igualdad ya no tenga sentido. Lo tiene pero en el marco de las nuevas realidades.
Hay que entender que hemos perdido (lo repitió tres veces) y no hacía, solo, referencia a la derrota militar de los Tupamaros en el Uruguay sino a la derrota mundial del modelo alternativo al capitalismo. Con la caída de la Unión Soviética ha quedado un ganador y nosotros hemos perdido. La utopía hoy es el acuerdo.”
En síntesis una izquierda que todavía piensa con los esquemas de la Guerra Fría y otra que se ha actualizado.
por Claudio Chávez
Comentarios
Aquí plantea una discusión interesante (con audacia, porque la hinchada "progre" se siente muy mal si le parece que la están llamando vieja).
Tengo que decirle, eso sí, que no estoy de acuerdo con la idea que la postura de Mujica encaja en ese esquema de "dos izquierdas". Que puede servir como un bosquejo muy, muy por arriba de dos "discursos" en las fuerzas que se llaman de izquierda en Latinoamérica.
Pero Mujica es el gobernante electo de Uruguay. Y si hablamos de gobiernos en "Latam" las líneas de separación son otras.
Todos, con excepción de Cuba, son democracias muuuy imperfectas (con diferencias, claro. Honduras sería la más imperfecta, aún en lo formal. Argentina, por todas sus falencias, estaría entre lo mejorcito, por menor división social comparada al resto) CAPITALISTAS. Cuba, dicho sea de paso, puede considerarse un capitalismo de estado, al estilo chino, sin base industrial, claro. Pero sus Fuerzas Armadas administran la actividad clave, el turismo.
Desde esta apreciación, la diferencia entre los gobiernos de nuestra región pasa por aquellos que tienen un discurso pro inversión extranjera (Consenso de Washington aggiornado, digamos), como Uribe y Alan García; los que tienen un discurso "capitalista nacional", como Lula y los Kirchner; y los que tienen un discurso "socialismo del siglo XXI", como Chávez.
Curiosamente, el discurso de Pepe Mujica aparece hoy más cerca del primero. Pero, ojo, tiene que ver con la realidad de Uruguay, que no puede soñar con un capitalismo nacional fuerte y a quien ni Brasil ni Argentina lo asocian en serio a sus proyectos (no estoy juzgando si es por egoísmo nacional, imposibilidad en esta etapa o no tener proyectos serios).
Se me hizo un poco largo. Pero me interesa marcar que todos, anche Chávez, se manejan con las reglas de juego del capitalismo, discursos aparte, y que las diferencias entre ellos tienen que ver con la realidad social y económica de sus países. Si Argentina fuera un país petrolero, a lo mejor Cristina le mojaría la oreja a Obama; si tres cuartas partes de nuestro pueblo tuviera otra lengua materna que el castellano, a lo mejor el peronismo tendría un discurso indigenista.
Igual, de esta actitud de Mujica queda una pregunta válida: ¿No le sirve mejor a un país que su gobierno trate de tener relaciones cordiales y de colaboración con sus empresarios, ya que son una realidad inevitable? A lo mejor la mejor respuesta es la consigna cínica de Teddy Roosevelt "Hablá suavemente, y llevá un garrote grande".
Un abrazo
Un abrazo
Javier, esa también es una realidad que aporta para sostener la aplicación de políticas públicas. La deshonestidad es de los que fugan
Mucho más allá de las ideologías, las realidades fronteras adentro, aconsejan otra cosa.Pragmatismo puro.
Abrazo a los dos.