Esos coros del pasado

Las controvertidas opiniones de Susana Giménez y de otros famosos de la televisión sobre el tema de la inseguridad aún son materia de debate. En sus declaraciones, la conductora gritó una frase que pasó inadvertida o que, al menos, no fue tenida en cuenta en su dimensión real: “¡Termínenla con los derechos humanos y las estupideces! ¿Por qué los derechos humanos no los tienen las víctimas? ¿Por qué los tienen los ladrones porque sean menores?”. Esa manifestación excedía los límites del debate sobre el delito y las maneras de combatirlo. En ese exabrupto había una línea de pensamiento más profunda y compleja, que Giménez desarrolló la semana pasada junto con Mirtha Legrand, cuando almorzaron a solas frente a las cámaras. En esa oportunidad, ambas retomaron una idea que en los ‘90 había impulsado el Gobierno de Carlos Menem en materia de derechos humanos: la amnistía a los militares que participaron del terrorismo de Estado contribuía a la “pacificación nacional”. La consigna era “no mirar atrás”. Pero ese desconocimiento del pasado a través de una supuesta “reconciliación” desembocaba, en forma inexorable, en la impunidad.

Durante el almuerzo televisivo, Giménez y Legrand se arrogaron la representatividad del “pueblo” y coincidieron en una serie de tópicos. Mientras la primera afirmaba que “lo mejor es perdonar”, la segunda se ilusionaba con que “nos juntáramos todos los argentinos”. Pero la ex modelo fue directa y, envuelta en sobreentendidos, reclamó “que terminen con cosas de las que han pasado más de treinta años, por más dolorosas que hayan sido”. El mensaje no admitía dudas: es necesario olvidar y perdonar —un perdón que no consideró cuando dijo que “el que mata tiene que morir”—. Y de inmediato introdujo otro ingrediente: “Este Gobierno, cuando empezó, hizo mucho por separarnos”.

Por su parte, la ex estrella de la época dorada del cine reforzó la idea de que el gobierno de Néstor Kirchner y luego el de Cristina Fernández “ha separado a los argentinos” y “los ha enfrentado”, después de hacer un llamado a “la concertación”, para que todos “nos quisiéramos un poco más”. El cierre a este despliegue de lugares comunes lo tuvo Giménez: “¡Basta de esa cosa de venganza!”.

El discurso que las conductoras televisivas lanzaron la semana pasada cuenta con antecedentes directos e inmediatos. Con la reapertura de las causas contra los partícipes del terrorismo de Estado diversos sectores de la derecha, en su inmensa mayoría defensores de la última dictadura, comenzaron a reinstalar la necesidad de una amnistía para frenar la acción de la Justicia.

La política de derechos humanos del Gobierno de Néstor Kirchner y la jurisprudencia de la Corte Suprema, respaldada en normativas internacionales, cerraron la vía a cualquier clase de perdón. A partir de ese momento, gran parte de los grupos que reivindican a las víctimas de la guerrilla empezó a transitar un cambio de estrategia: al quedar descartada la posibilidad de una amnistía, el nuevo escenario se planteaba en el terreno judicial. El eslogan “justicia para todos” tomó fuerza: si los militares que participaron del terrorismo de Estado son llevados ante los tribunales, los ex integrantes de la guerrilla también deben seguir el mismo camino.

Una reactualización de la “teoría de los dos demonios” comenzaba a insertarse en los discursos, no sólo de los grupos más autoritarios, sino también de algunos sectores moderados. Esa nueva estrategia se basaba en pedir que la figura del delito de lesa humanidad —imprescriptible en el tiempo—, aplicada para juzgar a los responsables del terrorismo estatal, fuera extendida a los ex miembros de organizaciones armadas. En 2007, la reapertura de la causa por la muerte del coronel Argentino del Valle Larrabure dio impulso a diversos grupos de derecha, que permanentemente insistieron en ligar al kirchnerismo con la lucha armada de los ‘70, como si existiera una continuidad ideológica a prueba del paso del tiempo. El eslogan “el gobierno de los Montoneros” fue repetido no sólo por grupos de derecha y representantes de la oposición. En clave de humor, el cómico Diego Capusotto ironizaba sobre este tema, al personificar a un oyente de radio que dejaba un mensaje grabado en el programa “¡¿Hasta cuándo?!” para reclamar la renuncia de cualquier personaje público, al que invariablemente calificaba de “montonero”.

El rostro más mediático de los nostálgicos de la dictadura es el de Cecilia Pando, quien encabeza la Asociación de Familiares y Amigos de los Presos Políticos de Argentina (AFYAPPA), uno de los grupos que participan de los actos en Plaza San Martín y que se congrega el primer martes de cada mes en Plaza de Mayo.

En sus marchas conviven los carteles con las imágenes de víctimas atribuidas a la guerrilla: Larrabure, Jordán Bruno Genta, José Ignacio Rucci… El discurso de Pando sobresale por su dureza. Es una versión extrema y desprolija de otros que intentan ser mesurados, elaborados con menos belicosidad, para que sean aceptados por sectores medios. Con sus matices, las voces de Giménez y Legrand se suman a esos coros del pasado.

Nos vemos.


Fuente: Newsweek
Foto: Cecilia Pando, una cara que lo dice todo.

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