Camino al bicentenario
El mundo soja mostró días pasados en Palermo los estrechos límites de su reunión de consorcio. Poco por aquí, como el apoyo de una parte de la conducción de la UIA (que no significa ni mucho menos el apoyo de la industria, y menos todavía el de las pymes), nada por allá. Los brotes estuvieron por el suelo y la escasa convocatoria deprimió al poroto.
Para colmo, el mediático Biolcatti salió a pedir la cabeza del gobernador Scioli, con esa desmesura típica que genera la convicción de impunidad de los que se sienten dueños del país y, en consecuencia, tratan al Gobierno como si fuera un intruso. “Sí, se me fue la mano, ¿Y qué?”, pareció preguntar el hombre, y después sus acólitos acusan a los periodistas porque lo calificamos de desestabilizador y lo ponemos en el equipo de los restauradores del paraíso perdido. Pero todos saben que si Noé viviera no sería miembro de la patria sojera [...] y que los miembros de la Mesa de Enlace no viajarían en el Arca.
Aquella infame solicitada del 24 de marzo de 1977 en la que la SRA saludaba el primer aniversario de la dictadura militar, nunca fue autocriticada. Nunca, que se sepa, hasta hoy. Aquel apoyo nunca fue desmentido, ni relativizado, ni diluido, hasta hoy. Después de los dichos de Luciano Benjamín Menéndez y su cita culta de don Abel Posse, uno entiende algunas cosas. Un viciado aire de familia une a los Menéndez con los Posse, con los Palacio, con los Biolcatti, con los De Narváez y con los Macri, que en definitiva son socios políticos e ideológicos, como los dos primeros, o políticos y económicos, como los tres últimos. De los seis, el Palacio picado fino, que es notoriamente un salame, es el único que está preso. Es el mismo aire de familia que une los horrores de la ex ESMA con el predio que la SRA tiene en Palermo y con los dichos del flamante ministro de Educación de la CABA, enemigo de las mujeres y de los sindicatos de maestros, promovido por Macri, que dijo que “lo que yo dije es lo que la mayoría de los argentinos piensa”. El Posse por la boca tose.
Decir solamente que la derecha es restauradora es como acusar al lobo de tener mal aliento. La derecha es siniestra, porque si pudiera restauraría la dictadura militar, cancelaría los juicios a los genocidas, le devolvería el grado militar a Menéndez y recuperaría el fraude patriótico de fines del XIX para que nunca más aparecieran un Perón, un Kirchner; ni siquiera un Illia o un Frondizi que después exigieran un esfuerzo destituyente.
El Bicentenario nos da la oportunidad de repasar la historia de la derecha siniestra en la Argentina, que no es la historia del país, pero se le parece bastante. De la generación del ’80 a la generación de la soja, en vuelo directo. Del general Roca, exterminador de indios, al destituido Menéndez, represor de militantes populares; de Mitre a Macri; del primer Martínez de Hoz, fundador de la SRA y tatarabuelo de José Alfredo, a este Biolcatti transgénico.
No obstante, cierta clase media parece no comprender que detrás de los ataques al Gobierno hay algo más que las diferencias que cualquier persona o grupo pueden tener, y de hecho tienen (tenemos o hemos tenido) con todos los gobiernos. Los ataques de esta derecha contra este Gobierno llevan un mensaje siniestro: todo progresismo es y será, invariablemente, montonero; todo rebelde al poder del establishment será, necesariamente, un enemigo de la democracia; todo el que le ponga límites a los que han escriturado el país a su nombre será un corruptor de las instituciones. Firmado: Consenso de Washington.
Más claro, soja.
Norberto Colominas
Comentarios
Lo que haría la derecha siniestra, es claro, aunque uno nunca le pone palabras... ya te encargaste vos. Bravo!
Un beso