El ronroneo de los tractores
La reunión entre Cristina Fernández y Daniel Scioli no fue el acontecimiento significativo. Lo que precedió a ese encuentro se convirtió en el dato central y se convierte en la señal de que esta semana va a ser difícil. Así como los voceros políticos de la oposición habían bajado los decibeles, los referentes corporativos los subieron. La Mesa de Enlace recobró una virulencia que se parece a la que los empresarios ruralistas usaban durante el conflicto del año pasado.Los presidentes de la Sociedad Rural y de la Federación Agraria, Hugo Biolcati y Eduardo Buzzi, no ahorraron artillería. El predio de La Rural, regenteado por Francisco de Narváez, se convirtió en la trinchera corporativa. Lo curioso es que los disparos fueron hechos después de haber acordado con el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, su asistencia a la reunión del llamado Consejo Económico y Social. Se supone que las entidades que aceptan el convite es para dialogar y consensuar; es decir, para evitar la confrontación. Pero no. Biolcati dijo que el Gobierno “emite signos totalmente negativos, que demuestran no haber entendido nada de este proceso”. En la misma dirección, Buzzi usó una retórica que hace acordar a cuando los generales ponían en marcha los tanques para mostrar que eran los salvadores de la patria. “Queremos ayudar al Gobierno a que tenga gobernabilidad hasta el 2011 –dijo Buzzi–, pero tiene que bajar esa soberbia que lo ha caracterizado. Los motores de los tractores están ronroneando.”
Biolcati, además, se dio el lujo de felicitar a Gerónimo Venegas, titular de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales, por su postura a favor de las patronales agropecuarias. La peonada, mayoritariamente en negro y mal paga, quedó así al costado de cualquier debate. Como si fuera, mansamente, a desinteresarse de su propio destino y a someterse al beneficio patronal. Pero algo grave pasa en la sociedad argentina porque no se registra el descontento de los obreros rurales con una dirigencia entreguista. No se sabe si existen otros sectores entre los asalariados rurales con algún peso como para disputar a Venegas la conducción.
No hay que ser un filoso analista para darse cuenta de que la corporación agropecuaria ir a fondo, para arrancarle al Gobierno la eliminación de las retenciones y garantizar su excelente rentabilidad. Además, estas figuras amenazantes se ufanan de tener de su lado a las entidades que agrupan a los pequeños y medianos productores y, por si fuera poco, a los representantes legales de los trabajadores.
Si la Argentina no tuviera en sus espaldas historias descabelladas, estas líneas nunca hubieran podido escribirse más que como parte de una mala novela. Pero un 28 de julio como hoy, hace cuarenta y tres años, el dictador Juan Carlos Onganía mandaba la Guardia de Infantería a la Manzana de las Luces para terminar con la vida académica de uno de los momentos más fructíferos de nuestros científicos. Manuel Sadosky, Gregorio Klimovsky, Rolando García y otros trescientos científicos fueron echados de la UBA y emigraron a entregar su saber a laboratorios o instituciones de primera línea. Una ruptura que iba mucho más allá del conocimiento acumulado por cada uno de ellos: el proceso de retroceso cultural fue tan grande que jamás la Argentina volvió a contar con un tejido de sabios formados y respetados acá y que, además, tenían capacidad soberana para tomar decisiones y fijar rumbos. Porque, vale la pena recordarlo, las universidades públicas eran autónomas, tenían su propio gobierno. Ningún ministro o funcionario podía manipularlos. Por eso Onganía los borró del mapa, actuaba como la punta del iceberg del tejido de poderosos que deciden para que el país no cambie su perversa estructura de unos pocos ricos poderosos que toman decisiones.
Biolcati embarró la cancha, porque aceptó ir a la reunión con Fernández el viernes, pero aclaró: “No sabemos si es una ficción o si se empieza a hacer una correcta lectura”. Está claro: la correcta lectura es arriar cualquier bandera que no se conforme con mantener una economía primaria con la propiedad de la tierra en manos de pocas sociedades anónimas o terratenientes asociados al puñado de comercializadoras de granos. El sábado murió Horacio Giberti, el hombre que durante más de medio siglo dio luz sobre cómo democratizar la tenencia de la tierra y darle impulso a la industrialización. Pero su nombre no mereció ni una mención entre los dirigentes de la Federación Agraria, que en otros tiempos escuchaban a Giberti. Para Buzzi, está claro, el reloj ya va para atrás y desairó a Scioli, que fue el sábado a La Rural: “No hay margen para que vengan a reconciliarse con una visita como hizo el gobernador. ¿Recién hoy le vas a explicar a la Presidenta? ¿Recién hoy vamos a caer en la cuenta de que hay problemas en la provincia?”.
Es comprensible que, en ese contexto, Scioli haya preferido el silencio al finalizar su reunión con la Presidenta. Porque además de haberse convertido para los grandes medios en “el mediador (¿?) entre el campo y el Gobierno”, hoy tiene agendada una reunión con Francisco de Narváez.
Más allá de las pasiones que despierta la política, una sociedad como la argentina, golpeada tantas veces por los intereses de los poderosos, debería tener capacidad para mostrar fuerza capaz de neutralizar estas movidas. ¿Estarán quienes se arrogan el liderazgo de las fuerzas nacionales y populares a la altura de dar los ejemplos como para despertar esas fuerzas? Dar ejemplos no es sólo el aperturismo a escuchar lo que ya los poderosos dijeron en reiteradas oportunidades sino abrir debates, canales de participación, transparencia de gestión y muestras concretas de que las mesas de diálogo se caen para el lado de las entidades corporativas poderosas. Si los poderosos amenazan, entonces hay que tener la decisión de sumar a los nadies, para que puedan expresar los intereses de los más.
Nos vemos
Fuente: El Argentino
Biolcati, además, se dio el lujo de felicitar a Gerónimo Venegas, titular de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales, por su postura a favor de las patronales agropecuarias. La peonada, mayoritariamente en negro y mal paga, quedó así al costado de cualquier debate. Como si fuera, mansamente, a desinteresarse de su propio destino y a someterse al beneficio patronal. Pero algo grave pasa en la sociedad argentina porque no se registra el descontento de los obreros rurales con una dirigencia entreguista. No se sabe si existen otros sectores entre los asalariados rurales con algún peso como para disputar a Venegas la conducción.
No hay que ser un filoso analista para darse cuenta de que la corporación agropecuaria ir a fondo, para arrancarle al Gobierno la eliminación de las retenciones y garantizar su excelente rentabilidad. Además, estas figuras amenazantes se ufanan de tener de su lado a las entidades que agrupan a los pequeños y medianos productores y, por si fuera poco, a los representantes legales de los trabajadores.
Si la Argentina no tuviera en sus espaldas historias descabelladas, estas líneas nunca hubieran podido escribirse más que como parte de una mala novela. Pero un 28 de julio como hoy, hace cuarenta y tres años, el dictador Juan Carlos Onganía mandaba la Guardia de Infantería a la Manzana de las Luces para terminar con la vida académica de uno de los momentos más fructíferos de nuestros científicos. Manuel Sadosky, Gregorio Klimovsky, Rolando García y otros trescientos científicos fueron echados de la UBA y emigraron a entregar su saber a laboratorios o instituciones de primera línea. Una ruptura que iba mucho más allá del conocimiento acumulado por cada uno de ellos: el proceso de retroceso cultural fue tan grande que jamás la Argentina volvió a contar con un tejido de sabios formados y respetados acá y que, además, tenían capacidad soberana para tomar decisiones y fijar rumbos. Porque, vale la pena recordarlo, las universidades públicas eran autónomas, tenían su propio gobierno. Ningún ministro o funcionario podía manipularlos. Por eso Onganía los borró del mapa, actuaba como la punta del iceberg del tejido de poderosos que deciden para que el país no cambie su perversa estructura de unos pocos ricos poderosos que toman decisiones.
Biolcati embarró la cancha, porque aceptó ir a la reunión con Fernández el viernes, pero aclaró: “No sabemos si es una ficción o si se empieza a hacer una correcta lectura”. Está claro: la correcta lectura es arriar cualquier bandera que no se conforme con mantener una economía primaria con la propiedad de la tierra en manos de pocas sociedades anónimas o terratenientes asociados al puñado de comercializadoras de granos. El sábado murió Horacio Giberti, el hombre que durante más de medio siglo dio luz sobre cómo democratizar la tenencia de la tierra y darle impulso a la industrialización. Pero su nombre no mereció ni una mención entre los dirigentes de la Federación Agraria, que en otros tiempos escuchaban a Giberti. Para Buzzi, está claro, el reloj ya va para atrás y desairó a Scioli, que fue el sábado a La Rural: “No hay margen para que vengan a reconciliarse con una visita como hizo el gobernador. ¿Recién hoy le vas a explicar a la Presidenta? ¿Recién hoy vamos a caer en la cuenta de que hay problemas en la provincia?”.
Es comprensible que, en ese contexto, Scioli haya preferido el silencio al finalizar su reunión con la Presidenta. Porque además de haberse convertido para los grandes medios en “el mediador (¿?) entre el campo y el Gobierno”, hoy tiene agendada una reunión con Francisco de Narváez.
Más allá de las pasiones que despierta la política, una sociedad como la argentina, golpeada tantas veces por los intereses de los poderosos, debería tener capacidad para mostrar fuerza capaz de neutralizar estas movidas. ¿Estarán quienes se arrogan el liderazgo de las fuerzas nacionales y populares a la altura de dar los ejemplos como para despertar esas fuerzas? Dar ejemplos no es sólo el aperturismo a escuchar lo que ya los poderosos dijeron en reiteradas oportunidades sino abrir debates, canales de participación, transparencia de gestión y muestras concretas de que las mesas de diálogo se caen para el lado de las entidades corporativas poderosas. Si los poderosos amenazan, entonces hay que tener la decisión de sumar a los nadies, para que puedan expresar los intereses de los más.
Nos vemos
Fuente: El Argentino
Comentarios
Tiran nafta al fuego, se re nota que no están a la altura de las circunstancias y todo lo que quieren es la desestabilización...
me gustó mucho la forma de escribir !!
saludos compañero claudio, mery!!!
Buzzi es simbólico ahí, es el que mas ruido hace en contra de la democracia, y nunca debería haber estado ahí, en una junta de garcas. Me parece que le sentó bien convertirse en uno de ellos, ya no tiene retorno.
No alcanza, tiene razón. No alcanza con decir ahora que no está de acuerdo con los dichos sobre Martinez de Hoz, tarde Buzzi, siempre tarde.
saludos claudio y martín!!!
Saludos.