Retenciones, ¿distorsionan o corrigen?

El campo sigue su campaña contra las retenciones con el argumento de la pérdida de rentabilidad, Buzzi afirma que de ahora en más las debe tratar el congreso. Se afirma como latiguillo recurrente que las retenciones a las exportaciones son distorsivas, debido a que modifican las señales de precios determinadas por el libre equilibrio del mercado. Al margen de que todo impuesto es, en alguna medida, distorsivo, la afirmación anterior se ve limitada por varios motivos.

En economías muy desbalanceadas como la argentina, un dólar alto que haga competitiva internacionalmente la industria genera que otros sectores obtengan rentas extraordinarias derivadas de recursos naturales. Por esta razón, un dólar competitivo debe ir acompañado de retenciones a las exportaciones que permitan extraer el excedente económico extraordinario del sector agropecuario o petrolero -que ya eran rentables con un tipo de cambio bajo- y ayuden a controlar la suba de los precios internos de estos productos.

Las retenciones a las exportaciones han servido además, para corregir dos tipos de problemas estructurales. Por un lado, el crónico déficit fiscal y por el otro los efectos secundarios negativos de un tipo de cambio real alto generado a partir de la explosión de la convertibilidad.

1 – El déficit fiscal que caracterizó a la convertibilidad provocó problemas en las finanzas públicas y en la distribución del ingreso, al pagar proporcionalmente más los más pobres. Entonces no alcanza con obtener superávit fiscal, sino que se debe recaudar más de aquellos sectores menos vulnerables a los movimientos cambiarios y con mayor excedente económico.

2 – Debido a que la Argentina exporta los mismos productos que consume internamente (y que tiene oferta más bien rígida) ante una recuperación del consumo interno las exportaciones tienden a disminuir y, por lo tanto, también las retenciones (aumentando por ejemplo el IVA). Lo contrario ocurre ante una caída en el consumo, al incrementarse las exportaciones de estos bienes. Es decir, estabilizan la recaudación respecto de los vaivenes del ciclo económico.

3 – Permiten que una parte de los ingresos del Gobierno se asocien positivamente con el precio del dólar, disminuyendo la vulnerabilidad a los descalces entre gastos en dolares (por ejemplo, pagos de las deuda externa) e ingreso en pesos. Se reduce así el riesgo cambiario. Al estabilizar la situación fiscal esto se transmite rápidamente a toda la economía bajando el riesgo país y favoreciendo a los propios exportadores al facilitarles financiación más barata.

4 – El componente redistributivo de las retenciones es muy importante, al meter una cuña entre precio internacional y precio interno que pagan los consumidores.

5 – Permiten capturar parte del excedente de incrementos en los precios internacionales sobre todo cuando las retenciones son flotantes y están relacionadas con la evolución de los precios.

6 – Si en el mediano plazo se logra mejorar la capacidad recaudatoria aumentando la participación de impuestos como Ganancias o los inmobiliarios provinciales, la captura del excedente agropecuario pasará por esos instrumentos. Pero todavía falta para considerar las retenciones siquiera un pago a cuenta.

7 – Los países desarrollados discriminan con aranceles más altos a la importación de nuestras manufacturas de origen agropecuario respecto de los productos primarios. Las retenciones a las exportaciones de estos productos contrarrestan este tipo de distorsiones externas que reciben los productos industriales de la periferia. Sería de esta forma una política industrial correctiva. Por ejemplo, cobrar relativamente más la venta de productos no procesados como los poroto de soja, es una política que viene de décadas atrás y ha generado una industria aceitera líder en el mundo.

En conclusión, las retenciones cumplen un rol fundamental cerrando el déficit fiscal endémico y morigerando los efectos distributivos de un dólar alto. Si el gasto del Estado es aún insuficiente para evitar el déficit, es claro que se lo debe financiar cobrando impuestos y no en forme espuria vía emisión o endeudamiento como en los noventa (o como lo propone Elisa Carrió, volver al FMI) . Pero alguien debe pagar los impuestos. Parece natural que en esta etapa paguen proporcionalmente más los sectores exportadores más rentables los efectos de redistribuir parte de las ganancias extraordinarias de la devaluación.

Nos vemos.

Fuente: Jorge Carrera, Página 12


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